lunes, 21 de diciembre de 2009

Giros


El campeón mundial de salto de trampolín se quedó paralizado. Esto no sería noticia si hubiera ocurrido en el metro, en mitad de la calle o sobre la plataforma, pero le fue a suceder en el aire. En medio de un tirabuzón hacia delante.

La sorpresa fue general, ya que, ciertamente, no es habitual ver a un campeón mundial de salto de trampolín suspendido en el aire y sin mucha intención de continuar la caída. De hecho, hasta puede resultar exótico, y por eso comenzaron a llover flashes desde las gradas. Los periodistas se agolparon al borde de la piscina e intentaron acercar el micrófono al levitante, que se abstuvo de hacer comentarios. Los jueces, desconcertados, suspendieron su valoración.

Todo el mundo miraba con curiosidad al saltador, que seguía paralizado y, por qué no decirlo, bastante a gusto desafiando las leyes de la física.

Sin embargo, la expectación muy pronto se convirtió en tedio y los espectadores, previendo que la competición no se reanudaría, comenzaron a desalojar las gradas. Un campeón mundial de salto de trampolín suspendido en el aire tiene su interés, pero no tanto como puede pensar el lector: en cinco minutos la sorpresa desapareció y lo que era una rara atracción pronto se tornó rutina. En efecto, como se pudo comprobar, un hombre semidesnudo en medio de un tirabuzón hacia adelante puede resultar bastante aburrido.

Yo intenté quedarme hasta el final, pero me llamó un amigo con un plan mejor y tuve que marcharme. Hice bien, porque han pasado dos días y me han comentado que el tipo sigue ahí, en el vacío. Que han intentado convencerlo para completar el tirabuzón y dejarse caer, pero que no le da la gana. Que hasta aquí hemos llegado, dice.

Créanme que le entiendo.


6 comentarios:

Tristancio dijo...

Pues yo también le entiendo...

(Los no natos deberían hacer lo mismo).

Saludos.-

A través del espejo dijo...

Creo que has elegido una metáfora muy ocurrente. Como no soy un gran lector, no sé si es de tu propia cosecha o te lo ha inspirado alguna lectura consagrada.
Francamente, me importa poco. El resultado es otra vez extraordinario. Hasta la jueza china ha sonreído. 10.

mariajesusparadela dijo...

El comentarista anterior ha confundido a la jueza china con la japonesa, que fue la que puso el diez A la japonesa no se le nota que sonríe por culpa de los ojos, que siempre los tiene así y, al estar tan estirados le impiden estirar la boca. Pero yo sé que sonríe, porque soy la jueza china y ella me lo dijo...

REITERO LO DE SIEMPRE, fERNANDO.

Sofía B. dijo...

Cómo no entenderle.

Genial

Anónimo dijo...

Ya, como no entenderlo, pero ¿él no se aburre también trás dos días?

Rosa dijo...

En fin, cada uno decide parar en el momento en el que le da la gana, no?.
Pues eso y un beso.

 
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