sábado, 31 de enero de 2009

Monocromo



Al llegar a casa, mi esposa se me quedó mirando más tiempo de lo normal. Puso unos ojos que sólo es capaz de ponerlos alguien a quien una piraña le está devorando el dedo meñique del pie izquierdo o alguien a punto de estrellarse en el suelo tras una mala experiencia con el puenting. Al mismo tiempo, gritó:

- Cariño, estás monocromo.

Mi esposa sólo utiliza ese apelativo (“cariño”) cuando tiene un reproche en la recámara o cuando algo malo sucede, así que me alerté. Debido a mi escaso dominio de la lengua y a mi natural flemático, lo primero que hice, igual que habría hecho todo aquel que desconociera el significado de esa palabra, fue conectarme a Internet y buscar “monocromo” en el DRAE (lo tengo en Favoritos):

(Del lat. monochrōmos, y este del gr. μονόχρωμος).

1. adj. De un solo color.

Ante esta revelación y el estado de inquietud de mi esposa, me miré en el espejo del cuarto de baño y sí, ciertamente, estaba monocromo. Más en concreto, estaba verde. Y no sólo la piel, sino también el pelo y la ropa. Todo era verde.

- Llamaré al médico –dije preocupado.

Lo que conseguí con la llamada fue una receta de paracetamol y un volante para el oftalmólogo, por lo que concluí que el médico o no me había tomado en serio, o bien no conocía el significado de la palabra y no tenía Internet en la consulta.

Aquella noche dormí en el sofá, ya que mi esposa se mostraba un poco reacia a compartir su cama con un ser monocromo. A la mañana siguiente me desperté descansado, pero seguía monocromo. Ahora era rojo. De un color rojo vivo, intenso, urgente. Mi esposa me vio, agarró las maletas y se fue a casa de su madre. Era la excusa que estaba buscando. Ante esta coyuntura, no fui a trabajar.

Al tercer día me desperté amarillo y al otro, azul. A la tarde era gris marengo. Pero continuaba siendo monocromo.

- No puedo seguir así –concluí al día siguiente entre lágrimas violetas.

Así que decidí ir a trabajar, pero me despidieron, ya que mi tono no se correspondía con la imagen corporativa de la empresa. Era la excusa que estaban buscando.

Meses después, sigo en el paro y mi mujer no da señales de vida. Podría decirse que soy una persona desgraciada, pero, en realidad, mi vida ha adquirido un inesperado sentido. Ahora no sé qué me va a esperar a la mañana siguiente: todos los días son distintos. Monocromos, pero distintos.

miércoles, 28 de enero de 2009

Ideas para acabar con la crisis (III)


Querido amigo:

Te sorprenderá recibir esta carta del Banco del Norte de España. La causa reside en que somos sabedores de que eres favorable a nuestros propósitos.

Sólo queremos pedirte que hagas lo que puedas por tu banco y por tu patria. Muchos ejecutivos de nuestra entidad conseguían llegar a fin de mes con sueldos míseros de 12.000 euros mensuales. Además, nuestra entidad ha cambiado totalmente desde que entramos en este período de desaceleración económica y los problemas que tiene no son parcos. Por otra parte, mantener los excelentes productos del Banco del Norte de España nos exige un esfuerzo ni mucho menos nimio. Hace unos años no esperábamos que la bajada del Euribor se prolongase tanto, pero, desgraciadamente, lo ha hecho. Muchos, por conseguir un futuro mejor para todos, han hipotecado el suyo y sus necesidades no son pequeñas.

Para tu información, querido amigo, las necesidades económicas que precisamos para sostener la lucha por la liquidez se las solicitamos a los enemigos. A eso lo denominamos, como bien sabes, impuesto revolucionario. Existen, en cambio, otras necesidades cuya cobertura no podemos pedir a los traidores: son, en cambio, nuestros amigos, los patriotas, los que deberían estar dispuestos a ello.

Considerando la capacidad económica que posees, queremos solicitarte 20.000 euros. No debes entenderla en modo alguno como si fuera la petición del impuesto revolucionario, sino como ayuda económica de compromiso.

Tú mismo verás de cuánto tiene que ser tu ayuda, aunque estamos seguros de que serás generoso. Decide en función de tu conciencia; quizás prefieras, en vez de que sea una ayuda puntual, adoptar el compromiso por varios años para canalizar tu ayuda en cantidades pequeñas.
Queremos hacerte saber que nos tienes abiertos para tratar sobre esta cuestión o sobre cualquier otra. Si te parece necesario tener una cita con nosotros, debes saber que, por nuestra parte, haríamos todos los esfuerzos. Pero, dadas las agendas de los trabajadores del Banco del Norte de España, no te engañaremos: es algo difícil.

Va sin decirlo que nuestra relación exige una discreción plena.

Sin más, recibe nuestro afectuoso saludo y, de antemano, te agradecemos la ayuda que envíes. Viva el Banco del Norte de España. Sin desmayo hasta conseguir sueldos dignos para los ejecutivos.


sábado, 24 de enero de 2009

Ideas para acabar con la crisis (II)


Cuando los gritos dejaron de oírse, experimentamos alivio. La señora B., aunque resignada y paciente en los momentos previos a su descarte, finalmente fue de las que más chilló. Hoy sus alaridos todavía parecen impresos en las paredes de la celda.

El concepto de eutanasia social fue introducido por primera vez en 2012 en los debates de la Comisión Europea tras una propuesta del representante belga. Dadas las cifras espectaculares de desempleo (43,2% en el continente) y el elevado déficit público (32%), se llegó a la rápida conclusión de que el problema no residía ni en los bancos, que ya suficiente hacían concediendo créditos a módicos intereses, ni en las patronales –qué culpa tenían las empresas del paro– y ni mucho menos en los respectivos gobiernos. ¿Cómo se iban a acusar los gobiernos a sí mismos? La causa, sin duda, estaba en la actitud de los trabajadores, que no se habían esforzado lo suficiente en la época de bonanza y que habían dejado de consumir a pesar de los continuos mensajes de estimulación del gasto.

Este trabajo es como otro cualquiera, me repito cada noche. Es por el bien del Estado, no lo olvidaba. Pero no me acostumbro. Esos gritos. ¿Cuándo dejaremos de oírlos?

La principal medida, adoptada por unanimidad y ratificada en el Parlamento Europeo con la ínfima oposición de los verdes, fue la incorporación en las constituciones de los países miembros de la Cláusula de Descarte: eutanasia obligatoria para todos los europeos mayores de 75 años y extracomunitarios residentes mayores de 65. De esta manera, el sistema de pensiones recuperaría la salud, el déficit público desaparecería y el superávit obtenido se destinaría a la compra de activos tóxicos de bancos y cajas de ahorros y otras obras sociales.

Ser psicólogo en coyuntura de Descarte no es el mejor trabajo del mundo, pero al menos tengo trabajo. Y bien pagado. Los descartados tienen la profunda convicción de que el sistema es mucho más importante que el individuo y no hago más que reafirmar esa convicción. Pero en sus ojos no lo veo así. Y esos gritos.

Los métodos de muerte instantánea se han perfeccionado a un ritmo excepcional en los últimos años. Después de experimentar con tiopental sódico, bromuro de pancuronio, cloruro de potasio y una versión mejorada del gas Zyklon B, abandonada rápidamente, se llegó a la conclusión de que el óbito provocado era más efectivo, indoloro y limpio mediante la desintegración molecular. Los avances en este campo, sin embargo, no han logrado suprimir por completo el sonido de la muerte.

Los gritos. Sólo deseo que se callen. Que los callen ya.


jueves, 22 de enero de 2009

Ideas para acabar con la crisis (I)


[...] Hoy las vidas de los ciudadanos son más ricas y han dejado de regirse por la dictadura del sol. Por fin podemos decir que hemos derrotado a ese tirano de ojos luminosos que cada mañana asomaba por el horizonte. Ya no hay más mañanas, ni tardes, ni noches. Ahora hay días claros y días oscuros. Comemos cuando tenemos hambre y dormimos cuando tenemos sueño. Los vigilantes nocturnos ahora se llaman sólo vigilantes. Los médicos ya no hacen guardias. Los locutores de programas de testimonios han dejado de hablar con esa voz tan inaguantablemente melosa. Los panaderos también pueden estar morenos. Los porteros de discoteca siguen siendo igual de violentos, pero están de mejor humor. La Nueva Hora ha traído consigo una bendición. Gracias a ella, por fin habéis dejado de estar alienados por el sistema. Podéis tomar decisiones por vosotros mismos.

[...]

Gritemos juntos: ¡arriba La Nueva Hora! ¡Abajo los sesentaminutistas!

[...]

Los disidentes sesentaminutistas están siendo exterminados. Las pocas manifestaciones a favor de la hora de duración tradicional se han disuelto. Ya quedan pocos opositores a la hora de 57 minutos. La medida es un éxito. Las industrias producen más, el consumidor ha recuperado la confianza, las bolsas rebotan, los bancos conceden préstamos a bajo interés y, aun así, ganan dinero; los precios suben moderadamente, los sueldos suben espectacularmente. Sí a La Nueva Hora, gritemos todos.

[...]

La recesión ya es historia. Tan sólo estaba a 57 minutos. Bienvenidos a la nueva era de la Nueva Hora.


sábado, 17 de enero de 2009

Don de lenguas


El reconocido investigador Joseph McAllen, vecino de Fremont, Nebraska, ha desarrollado un método para aprender idiomas a través del tacto. Se trata de una revolucionaria experiencia de asimilación de conocimientos y neutralización de sinsabores que cuenta ya con cientos de simpatizantes en todo el estado a pesar de que la proverbial mesura del promotor le ha llevado a esquivar toda maniobra de márketing y aledaños comerciales. También, sin embargo, le han llovido críticas provenientes de numerosas academias de enseñanza de lenguas extranjeras, así como del pastor episcopaliano James Broughton III, que ha visto en el logro de McAllen una maniobra herética y merecedora de censura inmediata y consecuente destrucción. “Tal don debe estar en manos del Espíritu Santo, de su viento recio y sus lenguas de fuego”, ha declarado Broughton.

Tras este hallazgo de McAllen, Fremont se ha convertido en la primera localidad de los Estados Unidos con diez habitantes completamente políglotas. Sara Coen, vecina del lugar (aunque natural del condado de Laramie, Wyoming), presume de hablar de manera fluida cinco lenguas, gracias a lo cual ha encontrado novio en Olomouc, Chequia, lugar al que piensa acudir en vacaciones de Navidad. John Stuart, también habitante de Fremont, está en el proceso de asimilar el conocimiento de un séptimo idioma (el Hakka), aunque el caso extremo pertenece a Phillip Johnson, natural de Fargo, Dakota del Norte, quien ya se expresa perfectamente en quince lenguas y varios dialectos. “Desde que empecé ya no puedo parar”, afirma Johnson, camionero de profesión y miembro del club de artillería del estado de Nebraska.

Joseph McAllen piensa desarrollar este mismo método táctil en otras disciplinas, como la plasma astrofísica, la taxonomía de Linneo y el álgebra de Lie, pero no espera tanta repercusión entre sus vecinos. “Nunca habría imaginado tanto interés por el aprendizaje de idiomas en Nebraska”, manifestó McAllen antes de tocar en la espalda a este reportero, que aprendió cingalés de forma inmediata y que se ve en la obligación de abandonar el frío norte americano por las paradisíacas playas de Sri Lanka.


miércoles, 14 de enero de 2009

Dos años después


El viajero en el tiempo se regaló un año sabático para disfrutar del presente. Dejó en el garaje el condensador de fluzo y la máquina generadora de vórtices, y dijo buenos días, cariño. Quién eres tú, le preguntó ella, el del presente, el del pasado o el del futuro. El del presente, le respondió él; desde hoy y hasta dentro de 364 días seré siempre el del presente. Qué alegría, dijo ella, y se fueron a la cama, sin desayunar, a disfrutar de orgasmos actuales y no fosilizados o por venir.

Así transcurrió la primera semana y la segunda y las cincuenta siguientes. Aún no ha pasado el tiempo suficiente, pensó entonces, y se tomó otro año sabático para leer revistas atrasadas y tumbarse a la sombra del baobab del vecino. Se volvió a sentir joven sin traje, corbata y casco. Llegó a la conclusión de que su vida era más vida cuando no estaba preocupado de la cuarta dimensión.

También pasaron así otras cincuenta y dos semanas en las que descubrió el nihilismo, las lentejas estofadas, la obra cinematográfica completa de Terence Fisher y algunos libros sobre watusis.

Hasta que llegó el día. Allí estaba él, a los pies del baobab. Él del futuro, con esa cara de contable, las canas, las arrugas de expresión y la arrogancia característica de quien lo sabe todo. No te dejes llevar, le recriminó. Reacciona. Tienes un deber. Eres un viajero en el tiempo.

Por un instante dudó. La responsabilidad, sí, es demasiado fuerte. Pero ¿qué importaba? Quédatela, verbalizó. Y el otro se redujo a polvo y una ráfaga de viento se lo llevó a la Distancia.

sábado, 10 de enero de 2009

Los muertos no toman café en la barra



Hoy me pareció ver a papá. Yo estaba tomando un café con leche (cortodecafé, por favor) y un cruasán de chocolate -de esos que, antes de servirlos, los pasan por el microondas para que la pastilla de chocolate que tienen dentro se derrita-. Estaba con Sara y ella me estaba hablando de política y monjas –sus dos temas favoritos, juntos o por separado- cuando en el bar entró un hombre delgado, con barba, gafas y una tristeza que contagiaba, como la pastilla del chocolate del cruasán. Llevaba unos pantalones de pana marrón, demasiado grandes para su delgadez, y una camisa de cuadros azules que había pasado mejores épocas, ya que ahora estaba un poco deshecha en los puños. Me llamó la atención su aspecto árido en una barra casi desierta y por eso lo miré. No lo reconocí a primera vista. Estaba cambiado desde la última vez, hacía cuatro años, en la cama, cuando me dijo aquello de hijo, estoy enfermo pero prometo luchar hasta el último suspiro, por ti y por tu hermano, pondré a trabajar a toda la física y toda la química de mi organismo para acabar con esta enfermedad. Te lo prometo. Nos quedan todavía muchos ratos juntos y no me voy a perder tu adolescencia: te tengo que enseñar muchas cosas, me dijo. No pases tú solo por estos años, me dijo. No sé en qué estaba pensando, si en las mujeres, en las borracheras con los amigos, en los primeros conciertos o en la nieve cayendo sobre los fosos. O sólo en el futuro, quién sabe. Te lo prometo, me dijo. No en forma de verso, porque la poesía nunca le fue, sino de aquella manera torpe y deshilachada en la que decía él las cosas, subrayando mucho los verbos y parándose en cada frase como si fuera la última. Me queda mucha vida todavía, me dijo.

Y luego fue mentira porque se murió en seguida.

También había mentido en lo de estar muerto. Los muertos no toman café en las barras de los bares. No supe qué decirle. Sara siguió hablando de política y monjas, pero yo ya no escuchaba. La miraba, pero no escuchaba.

martes, 6 de enero de 2009

Obsesivo momento de tierna incertidumbre



Te prometo no volver a marcharme
Te prometo no volver a no querer volver
Te prometo no cantarle a la soledad
Te prometo no volver a no querer volver

Lila dit ça


Seremos los primeros en hacerlo, te lo prometo. No se lo diré a nadie. Te lo prometo. Será único.

Delante, un abismo, pero ahora no hay que mirar atrás, no hay que refugiarse en pasados complacientes, en ajedrez en tablas, en la huida del miedo. Allí, atrás, todo es monocromo, todo queda repleto de miradas líquidas, más azules y gélidas que nunca.

Salta cuando yo te lo diga. Te gustará lo que hay al otro lado. Sólo hay que dar un paso y dejarse caer, abandonarse al vacío y dejar de sentirse desamparado, porque en el vacío no hay odio, ni tristeza, ni barbarie. Sólo hay paz. Silencio. Un silencio que no interrumpe el batir de las alas de las palomas. No hay palomas. No hay voces. Ni vértices. No hay cobardes ni llamadas interesadas. Ni confiscadores de palabras. Y la vida es tuya; más tuya que nunca.

Tampoco hay abrazos.

Aunque, ¿qué son los abrazos sino afectos a la deriva?

Las ausencias no son transitorias.

Aunque, ¿qué ausencia no deja de ser transitoria?

Sentirás dolor. Sólo un poco. Por un momento. No durará. Sólo unos segundos. Son tus huesos que se rompen, tus órganos que estallan. ¿Verdad que no es para tanto? El dolor es un espejismo; no dejes que te ciegue.

Así. Salta. Vete sin decir adiós.

Muy bien.

¿Ahora quieres volver? No quieras volver. No puedes volver.

Prométeme que no querrás volver.


sábado, 3 de enero de 2009

Kafkianas exprés de año nuevo (y otros cuentos)

- El año nuevo se sentía viejo, pero tuvo que disimular durante los 364 días siguientes. Fue después cuando descubrió el bótox.

- Las últimas palabras que pronunció fueron un “no me comes nada” durante la cena de Nochebuena. Aunque alegué legítima defensa, el juez no entendió que asesinara a mi abuela con el cuchillo de trinchar el pavo.

- El asesino en serie violó la condicional al ser descubierto componiendo villancicos.

- El uno de enero, el propósito de año nuevo volvió a fumar. Se ve que le estresó la vuelta al trabajo.

- El cielo estaba nublado y el cuarto rey mago no pudo ver la estrella.

- Tras una psicofonía de rutina, descubrí el famoso espíritu de la Navidad. Decía algo de matarnos a todos. Ahora entiendo muchas cosas.

- El asesino en serie se pasó al genocidio y abrió una fábrica de polvorones en Pamplona.

- Después de tomar las doce uvas, Casandra dijo feliz año nuevo. Aun así, nadie la creyó.

- Se convirtió en matasuegras y tampoco así logró su propósito.

- La burbuja de Freixenet explotó. El paisaje de sangre y vísceras resultante resultó poco navideño y la despidieron.

- El año viejo descubrió el bótox y decidió no acabarse.

 
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