viernes, 28 de marzo de 2008

Lógica del capitalismo


El director de la fábrica de reliquias se ajustó el nudo de la corbata. Un gesto clásico, tópico, ante un problema nuevo: se había atascado la máquina troqueladora de trozos del muro de Berlín y el técnico, de vacaciones. Por suerte, no había ningún pedido fuerte a la vista y el con el stock actual quizás se podrían cubrir las urgencias. Además, con las ventas de espinas de corona de Cristo y de pedazos de santo sudario (extraordinarias el mes en curso) podían tirar unos días sin que la cuenta de resultados se viera afectada.
Sin embargo, no podía dejar de estar preocupado. Era la tercera avería en un mes y comenzaba a contemplar la posibilidad del sabotaje. Sospechaba del operario de la máquina de dedos de San Pedro, probablemente insatisfecho ante la ridícula subida de sueldo de este año, y de aquel nuevo, el experto en reliquias de Santa Águeda. A la próxima, pensó, deslocalizamos y todos a la puta calle. En China ya hacen los brazos de Santa Teresa a mitad de precio.

lunes, 24 de marzo de 2008

Quisiera ser (II)


Artista contemporáneo


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Estimado Sr. Tillmans:

Le sorprenderá recibir esta carta, ya que en el tiempo que llevamos trabajando juntos no ha salido de mí ni una queja, ni un resoplido, ni una mala cara, ni un “preferiría no hacerlo”. En realidad, tampoco ha salido de mí ni un “buenos días”. En caso contrario, seguro que habría soltado usted un respingo, ya que no suele ser habitual que un simple guisante tenga desarrollada la capacidad comunicativa; de hecho, la existencia de mi linaje suele ser bastante anodina y del hacinamiento de las vainas solemos pasar a la cazuela o a la sartén sin apenas pasos previos y sin que salga de nosotros una palabra.

Como vegetal fresco que soy, ciertamente me considero privilegiado, porque sé de la existencia de camaradas que se ven obligados a pasar por el mal trago de las conservas (que pueden durar años) o del congelado, una experiencia harto desagradable sin ningún género de duda. Pero incluso (y remarco ese “incluso” para que sea consciente de mi desesperación actual) estaría dispuesto a pasar por esas situaciones si eso implica el abandono de mi condición presente. Y es que no lo soporto más, señor Tillmans.

Son palabras duras, me hago cargo. Pero, por muy artista que sea usted y muy guisante que sea yo, aún queda dignidad en mis siete milímetros de diámetro. Cuando me convenció para formar parte de este proyecto, pensaba que significaría pasar a la posteridad. Ya me veía protagonista de relatos que quitaban el sueño a princesas o hacían crecer descomunales plantas. Admito que aquí me perdieron el orgullo y la vanidad, pero ¿a quién no le habría pasado? ¿Qué vulgar guisante estaría dispuesto a renunciar a la fama? Era fácil convencernos, a nosotros que nacemos en las axilas de las plantas y somos tan rechazados por los niños a pesar de constituir una excelente fuente proteínas, minerales y fibra.

Ahora, sinceramente, me siento engañado: lo suyo no es una obra de arte.

Vale que estemos expuestos en el Hamburger Bahnhof y, cada día, decenas de gafapastosos me observen arqueando la ceja izquierda y palpándose la barbilla. Vale que esta creación suya (por llamarla de alguna manera) haya sido premiada en certámenes internacionales y críticos de todo el mundo la alaben. Pero, señor Tillmans, unos guisantes que se cuecen en una olla ni es arte ni es nada.

Renuncio a participar en esta farsa. Prefiero ser comido o, incluso, tirado a la basura. Pero, señor Tillmans, conmigo no cuente para sus montajes pseudoposmodernos.

Atentamente,


El guisante número 14.154


P.S. Si va a seguir exponiendo su “obra”, al menos tenga la decencia de ponerle título.

sábado, 15 de marzo de 2008

Rompecabezas

Las hermanas Sánchez montaron una empresa

en la que convertían vidas en rompecabezas.

Pasaban tus problemas por un artilugio

que habían diseñado en sus clases de dibujo.

Y nadie las creía y ellas se reían,

sabiendo que algún día les daríamos la vida

para que la filtrasen por su artilugio

con el que están pagando sendos pisos de lujo.


Y si te molesta te tendrás que acostumbrar

a las hermanas Sánchez y a su recetario

que recomienda un poco de hedonismo a diario.

Sube a la mitad, quédate en la orilla,

siempre es más fácil destacar entre la porquería.

De esto saben mucho las hermanas Sánchez,

que nunca se rodeaban de alguien que supiese de arte.


Y, aunque me delate, tengo que decir

que las hermanas Sánchez fueron mis compañeras.

Ellas me aconsejaron entre cambios de pareja,

me hicieron accionista y me dieron la pista

para dejar a cuadros a cualquier psicoanalista.

Yo te las recomiendo a las hermanas Sánchez,

aunque hace tiempo que no sé de ellas ni de nadie,

que se ponga en sus manos y les dé las riendas

y convierta su vida en un rompecabezas.


Las hermanas Sánchez
, Abraham Boba

jueves, 13 de marzo de 2008

Elecciones (III)


Finalizó el recuento y salió empate. Más que empate técnico, matemático. 11.235.037 votos para cada uno. Ambos candidatos pusieron a trabajar a sus equipos de asesores en busca del voto nulo, el voto perdido, el voto útil y el inútil. Pero cuando el candidato A encontraba el codiciado nulo entre los votantes del candidato B, éste descubría una papeleta que llevaba su nombre pegada en el fondo de una urna electoral. La búsqueda del desempate provocaba que hubiera más empate aún.
Los equipos de asesores de los candidatos no sabían que decía la ley cuando se daban estos casos, así que los equipos de asesores de los asesores de los candidatos consultaron con todos los expertos del país en derecho constitucional, civil, penal e incluso canónico, sin resultado. El estupor era absoluto.
A uno de los equipos de asesores de los asesores de los asesores del candidato B se le ocurrió que podían jugárselo a los chinos. Pero el equipo de asesores de los asesores de los asesores del candidato A lo encontró una ordinariez. Y realmente tampoco a los ídem del candidato B les parecía una idea fetén. Así que decidieron batirse en duelo. Se vio que las personas adecuadas para morir por la causa debían ser dos de los asesores de los asesores de los asesores de los asesores de los candidatos. Pero los demás se sintieron excluidos. Y así comenzó nuestra guerra civil.

sábado, 8 de marzo de 2008

Jornada de reflexión

Ayer conocí a una mujer que volaba, como ésas de Girondo. Tenía pecas invisibles en la nariz y un lunar en el ojo derecho. Sabía sonreír escuchando a Tom Waits y la ilusión de su vida era darle un beso en la boca al David de Miguel Ángel. Me dijo que creaba ripios de hip-hop saltando en camas elásticas y que, de pequeña, creía que el ruido de los aviones era la respiración de dios. La conocí en el supermercado, sección de yogures, donde se debatía entre los 0% materia grasa y los libres de lactosa, pero gracias a mí acabó alabando las virtudes de la leche condensada. En su carro, chocolate blanco, un paquete de támpax, abrillantador de muebles y una botella de vino rosado que descorchamos juntos. Al poco ya me preguntaba sobre el misticismo de los desiertos, sobre las hadas que lloran y sobre los surcos de los discos de vinilo. Se emborrachó en inglés y me hizo el amor como mejor sabía (en italiano). Pero, claro, cuando acabo todo, cogió los támpax, el abrillantador de muebles y lo que quedaba del chocolate blanco, abrió la ventana y salió volando. Se ve que había quedado.

jueves, 6 de marzo de 2008

Elecciones (II)

¿Y si...?

"Pasaba de la medianoche cuando el escrutinio terminó. Los votos válidos no llegaban al veinticinco por ciento, distribuidos entre el partido de la derecha, trece por ciento, partido del medio, nueve por ciento, y partido de la izquierda, dos y medio por ciento. Poquísimos los votos nulos, poquísimas las abstenciones. Todos los otros, más del setenta por ciento de la totalidad, estaban en blanco. El desconcierto, la estupefacción, pero también la burla y el sarcasmo, barrieron el país de una punta a otra".

Ensayo sobre la lucidez, José Saramago (fragmento)

domingo, 2 de marzo de 2008

Elecciones

Unos minutos antes de finalizar el recuento, se fue la luz. Se oyeron gritos, cristales rotos y líquido derramado. Recuerdo que yo estaba junto al candidato y que lo último que vi fue su sonrisa falsa, sabedor como era del fracaso y de que habría que esperar cuatro años más para intentarlo de nuevo. Si el partido seguía confiando en él. Pero la organización no es amante de las segundas oportunidades. Y mucho menos en una situación en la que el margen había sido de más de veinte puntos, algo inaceptable. Lo lógico es que dentro de unos días aparezca su cadáver, descuartizado, en el maletero de un coche.

El apagón parecía general. A tientas llegué a una ventana y me asomé a las tinieblas del exterior, donde sólo las luces de los coches iluminaban la calle y se habían silenciado los vítores y los gritos de resignada alegría. Ahora se oía un murmullo de confusión y podían verse lumbres de cigarrillos, pantallas fluorescentes de teléfonos móviles y la llama de algún mechero.

Tal y como estaba previsto, al final de la calle aparecieron los tanques. Saqué mi pistola y le pegué dos tiros a la frente del primero que se cruzó en mi camino. No sé quién era, porque ni siquiera yo puedo distinguir las caras en la oscuridad. Me salpiqué con un poco con la sangre. No me importó. Es lo bueno de dar golpes de estado por la noche. La sangre, negra, es más estética.

 
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