miércoles, 18 de febrero de 2009

Asertividad


De tanto decir que sí, me volví ubicuo.

Así, de la noche a la mañana, estaba aquí y, de repente, aparecí allí. Pero no por incertidumbre, locura transitoria o disimulo. Tampoco por complejo de deidad, que los dioses me veían, me miraban y huían de mi presencia al instante de tan poca pinta de divinidad que tengo. La omnipotencia, en realidad, nunca fue lo mío. Desde pequeño. Siempre he preferido los seres imperfectos. O potentes, a secas, sin el “omni”. Así que, cuando fui creciendo y observé que yo de ídolo, poder supremo o titán ando más bien escasito, oiga, me vino tal alivio y alegría que mi cabeza comenzó a sobresalir por encima del resto de chicos de mi edad. Luego comencé a jugar al baloncesto. Pero como todavía no era ubicuo, era bastante malo.

Lo de ser ubicuo me vino después. Por necesidad. Y de decir que sí.

Estaba en casa y me llamé a mi mismo por teléfono. No me sorprendí, porque sabía que me estaba llamando. Pero fue raro. Era la primera vez que me escuchaba. No se lo recomiendo a nadie. Luego vienen las preguntas y las decisiones. Eso sólo duró un rato: al dejar de hablarme, me dio por prolongar lo de ser ubicuo unos cuantos días, porque veía que me proporcionaba réditos interesantes. Me notaba más. Un tanto despegado de mí mismo, sí es verdad, pero cercano a los demás. Decir que sí ya no era un problema. Todo el mundo estaba contento con mi ubicuidad. Incluido yo.

El problema surgió cuando, de estar todo el santo día siendo ubicuo, una tarde clara de octubre me cansé. Le dije que no, no sé a quién, me negué a tener deudas de tiempo. No, no bromeo, le dije. No. Sondeé el abismo de estar ausente y me lo quedé. Qué haces, me preguntaron. Quiero experimentar los placeres domésticos, contesté.

Así que dejé de ser ubicuo. No me entendieron y me condenaron a ser invisible. Sufro un brutal aburrimiento y me planteo de nuevo lo de ser ubicuo, lo de pedir perdón y diagnósticos, lo de la esclavitud sonora. No sé.

Miraré la agenda. A ver cómo lo tengo.

17 comentarios:

Majo dijo...

No te entendieron cuando dijiste no... Vamos, dejaste de serles servil y te mandaron a la M directamente.

"Sirve cien veces, niégate una, y nadie recordará más que tu negativa"

¡Cuánta sincronicidad! ¿habrá algún duende por el mundo blog que nos hace a todos pensar más o menos lo mismo los mismos días?

Saludos desde más al sur, pero también en tu mar...

Carla dijo...

Va bien llamarse de vez en cuando, ver como estamos, qué queremos hacer y hacía dónde queremos ir.
Hace mucho que no lo hago (curioso elemento el tiempo¿eh?).Quizás pruebe con un mensaje.


Por cierto, sabía que tenias un ojo especial, pero ¡no tanto!

Un besillo enorme:)

Isabel Tejada Balsas dijo...

Era la primera vez que me escuchaba. No se lo recomiendo a nadie. Luego vienen las preguntas y las decisiones.


This is the question .*

JUACO dijo...

Pues nada te recomiendo que sigas siendo Ubicuo. Hablar con uno mismo y escucharse está bien. Por lo menos sacas algo en claro.
Un saludo.

Eva dijo...

Así narrado la ubicuidad parece lo más cercano a la perfección. Seguro que acaba creando adicción.
¿Hablar con uno mismo es igual que hablar solo? ¿Si uno se llama así mismo siempre contesta? ¿La esclavitud sonora tiene contraindicaciones?
Uf, menudo lío.

:D

Anónimo dijo...

Yo siempre he querido ser invisible.
Ubicuo no creo. Aunque una vez un personaje, al que le escribo casi siempre y casi nunca lo lee [que por cierto, comparte nombre y apellido contigo...] me dijo que era Dios. Me dió miedo serlo.
¿Y por qué tan implícita la pregunta?
Porque el mismo personaje al que me refiero, requiere que le plantee así las situaciones, de lo contrario no recibo respuesta alguna.
De todos modos a esa pregunta no hubo respuesta.
A todo se termina acostumbrando uno.

Rosa dijo...

Suele pasar. Cuando uno se cansa de ser de una forma, el desconocimiento de como ser de otra, le hace adoptar la forma contraria. Pero no te preocupes, encontrarás el término medio y saldrás de tu invisivilidad sin tener por ello que volver a la ubicuidad. Ya verás.

Djuna dijo...

Siento deseos de quemar arboles y robarle el comentario a Nébula. (Ejemplo de algo verdaderamente imposible)
Excelente texto.

Rosa dijo...

Fer vuelvo a verte por lo de Bourdieu. La cita a la que te refieres sobre la persuasión clandestina yo no la leí en un libro, sino en un artículo en el que hablaba sobre la violencia simbólica.
Besos.

AAN dijo...

A veces lo mejor es ser invisible, dejar que otros intenten ser ubicuos mientras tú desapareces del mundo por un tiempo.

Besito

Bambu dijo...

Prueba un término medio a ver como te va...

Liliana G. dijo...

Estupenda composición, como nos tenés habituados. Tu manejo de la dialéctica me encanta.
Un gran abrazo, Fernando.

(Si te dijera que yo me llamé por teléfono ¿Me lo creerías?

manuel_h dijo...

Realmente, a veces es ligeramente molesta esa manía de la gente de querer ser de otra manera!

Fauve, la petite sauvage dijo...

Mi genio.
:-)

Cris dijo...

Permiso...

Te había visitado alguna vez, pero hoy me ha sorprendido lo relacionado que está lo que estás escribiendo con cómo me siento estos días: para algunos invisible, para otros ubicua, pero para ambos lo contrario a lo que me gustaría.

Soy ubicua incluso para mí misma: el otro día me pillé haciendo algo que dije que jamás volvería hacer.

En fin, un beso.

simalme dijo...

Eso no es asertividad, es docilidad.

Ylka Tapia (Malalua) dijo...

¿Por qué escribes tan bien? :P

 
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