Vecinos
Hace unos días a mi vecino le desaparecieron las sístoles. Me enteré porque colocó un anuncio en el portal, junto a los buzones, en el tablón de corcho donde solemos manifestar nuestra ira hacia el propietario y la señora del ático primera se queja porque los niños del tercero segunda han vuelto a alimentar a su gato con wasabi.
“Se busca sístoles. Responden al nombre de Sístoles y son de color encarnado, tirando a rojo cereza. De tamaño mediano. Bien parecidas, capaces de mover cinco litros de sangre. O más, si cabe”, ponía.
Tenía prisa y no caí en la cuenta de que aquello era más bien extraño hasta que pasó un rato. Pensé en visitarle y preguntarle, no porque hubiera encontrado sus sístoles, sino porque, realmente, no conocía a nadie que hubiera perdido tal cosa. Pero, como nunca había visitado a ningún vecino, me dio pereza y lo dejé pasar.
Sin embargo, al día siguiente, por la mañana, me lo encontré en el ascensor. Estaba más contento que de costumbre. No parecía preocupado, sino más bien todo lo contrario.
Supongo que habrá encontrado sus sístoles, le dije, aliviado de tener un tema de conversación y de no recurrir a la meteorología, ya que ni hacía sol, ni estaba nublado, ni todo lo contrario.
No, nada de eso, me contestó. Me explicó que al principio se había alarmado, ya que las sístoles desaparecieron de golpe, como si nunca hubieran estado allí antes. Que sólo había diástoles, muy potentes, pero solas, huérfanas de sístoles. Expulsaban la sangre con alegría, con ganas. Se sentía raro. Pero esa sensación sólo duró unos días.
¿Y ahora?, le pregunté interesado.
Ahora sólo son un recuerdo, me explicó. Sí que pensaba en ellas, cómo olvidarlas, aquellas contracciones acompasadas que ensanchaban el corazón y lo embutían de mala sangre, angustias, remordimientos y desasosiegos. Sin embargo, había llegado a la conclusión de no echarlas de menos, de cerrar la caja torácica.
Supongo que retirará el anuncio del tablón de corcho, puntualicé.
No, ni mucho menos. Todavía espero encontrarlas.
No le pregunté el porqué. Pero he decidido seguir escondiéndolas. En el fondo, me dan pena. Y mi vecino, un poco de miedo.
16 comentarios:
Los hay que alimentan con wasabi al gato de su pareja, y no son niños precisamente...
me repito, lo sé, pero es que tus finales siempre son geniales .^
¿Y qué ocurrió aquí? Todorov lo explicaría apelando a su concepto de lo fantástico como el tiempo que dura la vacilación. Todorov y lo fantástico... qué viejo estoy. Como siempre, genial. Un abrazo.
Tus historias son de una originalidad envidiable. De hecho, creo que son adictivas :-)
Estooooo, ¿¿te doy mi dirección y así como quien no quiere la cosa escondes las mias también??.
¿Qué sería de nosostros sin nuestras angustias, miedos y sístoles varias? Con el tiempo, las diástoles perderían su fuerza, nada las contrarrestaría y volveríamos a nuestro estado inicial de preocupación, desasosiego... Mejor contar con corazones completos... con su cara y su cruz. Anda, sé bueno y devuelve lo que no es tuyo...
Un beso.
me gusta ese portal, se nota que tiene vidilla, no como el mío, donde lo único que se pierden son llaveros y algunas bragas aún mojadas (¡de la lavadora, que se os ve a la legua el pensamiento sistólico!)
Un poco de miedo das vos Fernando, con las sístoles escondidas, jajaja.
Bueno como de costumbre, amigo.
Un cariño.
Lo que más destaco de prosa es la claridad expositiva. Tan sencillo, tan profundo, tan bien escrito... Te odio, jajaja.
Gracias por entretenerme cuando debería estar trabajando. :P
Eres el mejor.
Un beso.
Para mí que a la larga las diástoles irán a buscarlas y entonces no podrás esconderlas más.
Genial, como siempre.
¡Qué bueno, Fer!
Jo, siempre digo lo mismo... ¡es que siempre tengo que decir lo mismo! Aunque me da pena que hayan quedado tan en segundo plano -por no decir detrás del telón- las diástoles.
¡Besitos!
Ah, no, veo con mucha alegría que Athena les ha dado un papel y encima de protagonistas, ¡bieeeen!
Me encantan, me encantan, me encantan tus textos. Son geniales. Y sorprendentes.
Quelonio me pasó este comentario, porque no tiene cuenta y no tiene la opción para comentar como anónimo. Aquí va.
Recordatorio:
Narrador no es igual a autor. "YO" significa "protagonista", no FER. No siempre al menos...
Tengo que decirlo porque no puedo resistirme, es que no puedo...
Quelonio
Hombre, yo creo que es bastante obvio... aunque a veces le metamos en el asunto, es cierto, pero se trata también de un juego, creo.
Me ha parecido muy bueno, hilarante y absurdo (en el buen sentido, claro, a lo Pinter).
Un besito, guapo.
¡Y que los corazones no dejen de bailar, sea como fuere!
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