Vampiros (pos)modernos
Como en otras ocasiones, el vampiro se quedó mirando por la ventana durante unos segundos. El sol ya había comenzado a mostrar su obesidad naranja reflejándola en la negritud de las montañas y los árboles, que dejaba de ser negritud.
Al vampiro –que como todos los vampiros era un sentimental- le gustaba presenciar esta colosal transformación de colores. Sólo podía contemplarla unos instantes, hasta que sentía cómo su piel se iba acartonando con un siseo inaudible y un intenso olor a quemado. Pero, sin duda, ese pequeño sacrificio merecía la pena. El espectáculo del alba en aquellos parajes le hacía olvidar toda una noche de yugulares sanguinolentas, rictus de terror, crucifijos amenazantes y rumor de ajo. Además, retirarse a los aposentos cuando la comisura de los labios todavía estaba manchada de plasma de aldeano era muy poco recomendable si quería disfrutar de un descanso reparador.
- Es la hora.
Escuchó detrás de él.
- Gracias. Ya voy.
Respondió sin voz.
Se apartó de la ventana, cerró los portones y sintió, inmediatamente, un frescor de alivio en los ojos.
- Hoy no me apetece.
Dijo.
Ella, que lo esperaba desnuda, le dedicó una mirada de decepción y desprecio.
Después él se metió en su ataúd y se puso a leer Helada, de Bernhardt, o algo de Camus, no lo recuerdo.
Ella se quedó fría. Con lo que le había costado tomar la decisión de vivir toda la eternidad, precisamente le fue a tocar el único vampiro depresivo de los Cárpatos. Y, lo que es peor: ¿qué iba a decir en casa cuando llegara a las ocho de la mañana y sin una mordedura en el cuello para justificarse?
Se quería morir.
Y, entre sollozos que se oyeron en la mazmorra más profunda del castillo, se puso a dar golpes en el ataúd, insultando a aquel que se había atrevido a rechazarla.
El vampiro, simplemente, se puso los tapones en los oídos, cerró el libro y apagó la luz.
- Mujeres.
Creo que dijo.
Al vampiro –que como todos los vampiros era un sentimental- le gustaba presenciar esta colosal transformación de colores. Sólo podía contemplarla unos instantes, hasta que sentía cómo su piel se iba acartonando con un siseo inaudible y un intenso olor a quemado. Pero, sin duda, ese pequeño sacrificio merecía la pena. El espectáculo del alba en aquellos parajes le hacía olvidar toda una noche de yugulares sanguinolentas, rictus de terror, crucifijos amenazantes y rumor de ajo. Además, retirarse a los aposentos cuando la comisura de los labios todavía estaba manchada de plasma de aldeano era muy poco recomendable si quería disfrutar de un descanso reparador.
- Es la hora.
Escuchó detrás de él.
- Gracias. Ya voy.
Respondió sin voz.
Se apartó de la ventana, cerró los portones y sintió, inmediatamente, un frescor de alivio en los ojos.
- Hoy no me apetece.
Dijo.
Ella, que lo esperaba desnuda, le dedicó una mirada de decepción y desprecio.
Después él se metió en su ataúd y se puso a leer Helada, de Bernhardt, o algo de Camus, no lo recuerdo.
Ella se quedó fría. Con lo que le había costado tomar la decisión de vivir toda la eternidad, precisamente le fue a tocar el único vampiro depresivo de los Cárpatos. Y, lo que es peor: ¿qué iba a decir en casa cuando llegara a las ocho de la mañana y sin una mordedura en el cuello para justificarse?
Se quería morir.
Y, entre sollozos que se oyeron en la mazmorra más profunda del castillo, se puso a dar golpes en el ataúd, insultando a aquel que se había atrevido a rechazarla.
El vampiro, simplemente, se puso los tapones en los oídos, cerró el libro y apagó la luz.
- Mujeres.
Creo que dijo.
11 comentarios:
jajajajaaaajjjjaaaaa buenísimo, ains, si es que cuando se tiene mala suerteeee ^^
qué cruz!!
Es que somos raras, para qué negarlo. Quién nos entiende??? Ni un triste vampiro sentimental puede hacerlo.
Pero a ellos... buf!
Si no hay ganas, no hay ganas... Me ha encantado la obesidad naranja del sol :).
Buena semana, geniecillo! Besito
Seguro debe ser esta noche de domingocasilunes que me hace ver la parte menos graciosa de este relato (porque el relato es gracioso, que duda cabe). Me quedé pegado en la parte que el vampiro no puede disfrutar del espectáculo completo del amanecer, y claro, después de eso pocas ganas de nada le quedan... sólo leer a Camus.
Saludos.-
jajajajajajajaaajjjja
Ais, es que el vampiro depresivo que lee en su ataud es adorable :D
Me ha gustado muy mucho ^^
Vampiro del s. XXI, ya no son como los de antes, esos eran de otra pasta, no sabían lo que era una depresión ni un estres, ¡a dónde vamos a llegar!
Me encantó.
Un besito.
Desde siempre me han fascinado los vampiros. He leido mucho sobre ellos. Mi vampiro favorito es, sin duda, Lestat, el vampiro travieso y osado, snob y encantador. Me gusta la figura romántica del vampiro, condenado a vivir eternamente,y a ser visto como un monstruo sólo por seguir su propia naturaleza.
Un saludo
Vampiros!!! ajo y agua.
Besos
Ves per on, vampiros sentimentales. Cuanto menos curioso.
- Aish, hombres ...
Estoy con Tristancio en que el texto tiene una parte poco graciosa -yo la veo muy triste-, que es la escena del amanecer. Y ese vampiro diciendo "mujeres"... estupendo. Un abrazo.
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