jueves, 27 de noviembre de 2008

Zapatos

Los días en los que llueven zapatos no son días para salir a la calle. A pesar de lo que dice la gente, prefiero cuando llueven sapos o figuras de porcelana. La gente que dice que prefiere una lluvia de zapatos a una lluvia de sapos es porque no ha evaluado las consecuencias de una lluvia de zapatos. Yo sí conozco estas situaciones. Y puedo decir que es mucho mejor una lluvia de sapos que una lluvia de zapatos. E infinitamente mejor que una lluvia de zapatos o una lluvia de sapos es una lluvia de figuras de porcelana. Ver un Lladró caer del cielo y reventarse en miles de piezas cuando llega al suelo provoca un placer desesperado. Pero las calles sólo se llenan de gente cuando llueven zapatos. Todos enloquecen cuando ven aparecer en el cielo unos Manolos o unos Ferragamo. Eso sucede en los barrios ricos.
En los barrios pobres sólo caen botas de agua. La gente no sale tanto a la calle cuando llueven zapatos aquí, en los barrios pobres, sino que se va a los barrios ricos para recoger calzado italiano. Cuando está punto de llover, las calles de los barrios ricos se llenan de gente mirando al cielo. Se sabe si van a caer zapatos, y no sapos, porque las nubes adquieren color de cuero envejecido, y no de cieno de pantano. Y, cuando comienza a llover, todos se pelean por cazar al vuelo los zapatos. Suele haber algún herido por bota militar o por zapato de punta, y un día murió una mujer atravesada por un tacón de aguja. Pero no por eso la gente ha dejado de salir a la calle.
Cuando acaba de llover, las calles se vacían de gente y sólo quedan zapatos amontonados y desparejados. Porque cuando llueven zapatos no es de forma ordenada -un par de sandalias del número 36, unos mocasines del 43, unas deportivas del 39-, sino más bien como a la nube le viene en gana -una bailarina del 47, una bota del 34, una alpargata del 41- y son muy pocos los que consiguen llevarse a su casa un par perfectamente compuesto. De hecho, desde que en la ciudad llueven zapatos, eso sólo ha pasado dos veces. Los días siguientes a la tormenta los diarios aparecen repletos de anuncios por palabras en los que propietarios de un zapato izquierdo buscan su derecho, y viceversa, para reconstruir el par perfecto. Y, en realidad, desde que en la ciudad llueven zapatos, eso sólo ha pasado dos veces.
Aun así, la gente sigue prefiriendo los días en los que llueven zapatos. Yo me sigo quedando con los sapos y las figuras de porcelana.

18 comentarios:

Princess Valium dijo...

Ohh..qué relato más poético, me ha encantado. Mucho también, aunque añadiendo una risa malvada, ese trozo donde ver caer figuritas de Lladró provoca un placer inesperado...mmm...
si, tanto como si llovieran y se hicieran añicos figuritas de Swarowski.
Un beso

Isabel Tejada Balsas dijo...

me encantó :O

leíste "no mires debajo de la cama" de Juan José Millás?

simalme dijo...

¿Cómo logrará la gente colgar los zapatos ahi?

AAN dijo...

Yo también prefiero la lluvia de figuritas de porcelana. Más que nada porque estoy familiarizada con los "placeres desesperados" al estallar en mil pedazos.

Me he reído mucho con la parte final, la lluvia de zapatos desparejados. Somos eso en realidad, ¿no? Zapatos buscando su pareja.

Besito quitanubes

Anónimo dijo...

-¿Por qué llevas puesto un sólo zapato? ¿Perdiste el otro?
-No, encontré este.

Saludos =)

Fauve, la petite sauvage dijo...

Nunca llueve al gusto de todos, pero nunca llovió que no escampase, como decimos aquí, donde dicen que la lluvia es arte.

Isabel Tejada Balsas dijo...

http://susurroypienso.blogspot.com/2008/11/miau.html

lalalala .^

Tristancio dijo...

... y así, los habitantes de la ciudad se quedaron con muchos zapatos huérfanos... como las ilusiones.

(Yo las he visto colgadas de los cables del alumbrado público).

Saludísimos.-

Terapia de piso dijo...

Una lluvia surrealista y fantástica.

José Roberto Coppola

Myriam M dijo...

Uno necesita estar dentro de sus propios zapatos para aprender a vivir 8o eso dicen), tal vez por ello el ansia de la gente, por encontrarse a sí mismos...

yo daría lo que fuera por ver una lluvia de porcelanas o de vajillas

Eva dijo...

Parece una revisión del cuento de la Cenicienta en versión diurna.

Me ha encantado, ¡qué derroche de imaginación!

Un beso.

Fauve, la petite sauvage dijo...

Aaaajajajj, Eva, ¡qué bueno! ¡esperemos que no empiece la moda de tirar taconazos! Aunque serían más fáciles de colgar, sobre todo los que se llevan ahora. Lo malo si alguna tiene mala puntería y nos saca un ojo o algo.
Que lo de las zapatillas ya está muy pasado...

Miss Morpheus dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Miss Morpheus dijo...

Imagino que los zapatos son los que nos ayudan a mantener los pies en la tierra, y no las lladró, ni los sapos... Optar por la lluvia de porcelanas... una buena manera de escapar de la realidad.

Imagino cómo se sentirán esos zapatos inusuales y distintos... desparejados, embarrados, dispuestos a no parar hasta dar con su "perfecto par"

Imagino muchas cosas leyendo este texto...

Un abrazo

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Artista de la palabra!!! Qué cosa tan bonita!
Quitando a Tristancio... ¿se ha dado usted cuenta de que todos los comentarios son de mujeres?
Hum... ¿Qué nos da? ¿Qué nos da?
MUA!

ciruja-no dijo...

Muy bueno, me encantó.
Zapatos??? nunca se me hubiese ocurrido.

Anónimo dijo...

qué bueno, y sigo sin entender el simbolismo de los zapatos colgados, como en la foto ; me sorprendió mucho, la 1ª vez que lo ví.

siloam

manuel_h dijo...

sapos, vale, pero lladrós? no, por favor, que dan miedo, como bien sabía Luis Piedrahita.

 
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