Reencuentro (Kafkiana número 2)
Cuando la volví a ver, se había convertido en un baobab, que ni es un arbusto ni lo comen los corderos, sino que es un árbol tan grande como una iglesia. Es una situación extraña, háganse cargo. Además, yo no sabía nada de esta circunstancia, o bien se me había olvidado si ella lo había comentado en alguna ocasión. No recuerdo nada del tipo “mañana me toca mutar en Adansonia digitata” o “mi existencia como mujer se ha terminado, ya que el mes que viene tengo cita en la oficina de metamorfosis y seré transformada en vegetal de 25 metros de altura”. Uno se acuerda de esas cosas.
Claro que siempre me dijo, cuando era mujer (y no cobijo de pájaros), que no la escuchaba. Y, ahora que la observo, con esta extraña apariencia y repleta de hojas, puede ser que no anduviera desencaminada. Siempre fue admiradora de Kafka y, de joven, fantaseaba con aquello del insecto y soñaba amanecer habiendo intercambiado el papel con una polilla o una avispa -por aquello de la cintura- y asustar a los vecinos con las antenas y la cara de bicho.
Pero ¿un baobab? ¿Qué sentido tiene? Lo peor no es la índole metafísica del asunto, sino el hecho de que me hace recordar con nostalgia sus pensamientos acerca de los coleópteros y los himenópteros. Porque ahora desearía que enfrente de mí hubiera una mantis o, incluso, una mosca. “¿Por qué?”, dirán ustedes. Pues miren: soy un romántico. Resulta que abrazar un tronco de diez metros de diámetro es realmente difícil. Y yo no puedo soportar la frustración de los reencuentros de este tipo.
Más árboles gigantescos en Mi matadero clandestino
Claro que siempre me dijo, cuando era mujer (y no cobijo de pájaros), que no la escuchaba. Y, ahora que la observo, con esta extraña apariencia y repleta de hojas, puede ser que no anduviera desencaminada. Siempre fue admiradora de Kafka y, de joven, fantaseaba con aquello del insecto y soñaba amanecer habiendo intercambiado el papel con una polilla o una avispa -por aquello de la cintura- y asustar a los vecinos con las antenas y la cara de bicho.
Pero ¿un baobab? ¿Qué sentido tiene? Lo peor no es la índole metafísica del asunto, sino el hecho de que me hace recordar con nostalgia sus pensamientos acerca de los coleópteros y los himenópteros. Porque ahora desearía que enfrente de mí hubiera una mantis o, incluso, una mosca. “¿Por qué?”, dirán ustedes. Pues miren: soy un romántico. Resulta que abrazar un tronco de diez metros de diámetro es realmente difícil. Y yo no puedo soportar la frustración de los reencuentros de este tipo.
Más árboles gigantescos en Mi matadero clandestino
11 comentarios:
...yo estoy esperando mi transformación en mariposa a ver si dejo ya de ser tan capulla....
Gracias por tus lindos posts.
Estoy entre preguntarte tu qué coño desayunas y un con qué gente te juntas...
Pero tengo que decir que me ha gustado...(aunque estés algo trastornado...jaja)
Un beso rojo
me encantó, ¿un baobab? que es tan extraño para mi que tiene un carácter mítico, muy buen final, y lo de la cintura de avispa, brutal!
Ahora mismo recuerdo el mito de Dafne y Apolo, pero el contó Ovidio. Apolo abraza a Dafne ya convertida en laurel, y con la cabeza apoyada en el tronco, pudo escuchar aún el latido de su corazón. Un abrazo.
Dafne baobab buscando al principito?
Tal vez es tiempo de que el personaje abrace una cintura que quepa en su abrazo... que, a aquélla que fue mujer y ahora boabat, ya le va pequeño. Tal vez ahora la escuche.
(Reescribes y recreas "las metamorfosis", según yo, interesantísimamente).
Saludos.-
Genial el guiño del final.
Tengo que prestarte "Larvario", de Jorge Garrido, un paisano que hablaba de bichos y plantas raras en sus poemas.
Viva el farinato!!
tienes toda la razón, en todo, y eso que no has mencionado el tema de en qué lado de la cama le gusta dormir!
pero vamos, yo me inclino a pensar que este tipo de transformaciones se hacen como a mala hostia, no?
Pues parece que la oíste pero no la escuchaste. Apostaría a que ella habría optado por transformarse en una Mantis...
Un saludo.
Quizá se haya convertido en baobab para retenerlo con sus enormes raíces. Ya lo decía el pequeño príncipe, si dejas crecer a un árbol de esas características, sus raíces pueden dominar un planeta entero...
Beso
Esto no tendrá que ver con el "crecimiento personal"?? 25 metros de altura... son muchos metros! :P
Muy espiritual te veo yo ultimamente!!
Pues no creas, que hay muchas personas que, continuando en estado de mujer, dan cobijo a muchos pájaros en la cabeza y no por ello... dejan de abrazarse a su tronco!
¿Por qué?”, dirán ustedes. Pues miren: soy un romántico.Jajaja , me encanta! Muakkk
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