Princesas (Kafkiana número 6)
Me desperté con un beso, y en vez de beso ahí delante había un sapo enorme.
Pegué un respingo. ¿Aquella piel blanduzca y viscosa me había tocado? Una arcada me agitó el pecho. Cuando conseguí dominar la sensación de asco me fijé en el engendro, que me observaba y pestañeaba, y cada vez que pestañeaba los párpados se le adherían al globo ocular, y sacaba la lengua -una lengua que le llegaba a los ojos- para despegarlos. Me miraba en silencio. Sólo se oía su deglución.
Ser princesa no está mal. Tienes tus privilegios, como que vacíen de guisantes tu cama cada noche, o que príncipes de todo el mundo –príncipes de alta cuna y alto atractivo- se disputen tu mano de forma periódica. Yo he visto matarse entre sí, qué desperdicio, a Adonis guerreros, he contemplado a dragones calcinando y engullendo lo que antes eran musculosos torsos y he asistido a absurdos combates cuerpo a cuerpo de héroes valerosos. Y todo por llevarme a la cama. Este tipo de episodios inflan el ego como un globo aerostático.
Contemplaría el mundo desde un trono de vanidad de no ser porque esta profesión también tiene su contrapartida. Además de los actos oficiales a los que me obligan a asistir, que tengo que sonreír siempre a mis vasallos, que estoy sometida a la autoridad y los deseos de mi exigente padre, miles de brujas de reinos de todo el mundo rivalizan por realizar en mi cuerpo y conciencia encantamientos y hechizos de la más variada condición.
Pero a este episodio de los sapos no me acostumbro. Esta será la última vez. No volveré a probar los mojitos.
7 comentarios:
Qué malos son los mojitos, cierto. Puede hacer ver sapos donde sólo hay príncipes.
Ni mojitos ni cubatas ni caipiriñas ni muchos de esos otros brebajes malignos, que nos hacen acostarnos con seres soñados y despertarnos con seres humanos...
(Tus Kafkianas son como aquellas novelas por entregas; se esperan con ansias :) ).
Saludísimos.-
Que prolífico estas estos días... ;P
¿un mojito esta noche? :D
y el sapo, qué decía el sapo?
Está genial, pero ésta no es una kafkiana, sino verídica y Real como la vida misma...
Es interesante ver hasta dónde puedes extender a Kafka. Evidentemente podemos encontrarlo detrás de cualquier anécdota. Un abrazo.
El problema es que la piel de ls sapos es alucinógena... la última frase borda el cuento, es imposible no identificarse, sonreír y desear un mojito, aquí y ahora
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