domingo, 14 de enero de 2007

La ciudad doliente


En la puerta estaba escrito “Por mí se va hasta la ciudad doliente, por mí se va al eterno sufrimiento, por mí se va a la gente condenada”. Al leer tal aciaga indicación, el hombre dudó. Miró el resto del mensaje con una distraída rapidez, obviando detalles que, concluyó, no tenía por qué conocer. Miró el reloj. Aún quedaban unos minutos. Volvió a comprobar que lo llevaba todo, con éxito. La puerta, hasta entonces cerrada de forma hermética, se movió y dejó salir horribles blasfemias, quejidos de tortura, suspiros y un olor a sudor rancio y seco. El hombre dio un paso atrás, pero, consciente de que no había posibilidad de huída, inspiró con todo el diafragma, apretó las manos y pronunció varias veces las palabras “Debes aquí dejar todo recelo; debes dar muerte aquí a tu cobardía”. Hacía calor, pero nada comparable al que salía de más allá de la puerta, una descarga húmeda de combustión que se le agarró a la columna vertebral y le impidió respirar por un segundo. La boca se le secó y comenzó a pasar la lengua una vez más por los labios. Se habría tapado las orejas con dos tapones de corcho para no oír los lamentos. Movió la cabeza arriba y abajo, izquierda y derecha, subió y bajó los hombros, cerró los ojos y abrió la puerta de par en par. Una voz femenina le recibió: "¿finalmente se apuntará a aerobic o a spinning?"

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me se de uno que le dio una temporada por narrar su vida....claro que tambien una vez pidio un deseo:tener su propia banda sonora,creo que entre los dos deberiamos tener su tamaño pero este no es su vaso preferido. soy el primero en escribirte wellcome to tijuana?

Fernando García-Lima dijo...

Tequila, sexo y marihuana, chato. Siempre quise ser Peter Griffin, únicamente para decir "Holaaaaa, me llamo Peeeeeter". Envidia cochina, vamos.

 
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