sábado, 2 de mayo de 2009

Ardor de estómago



El dragón se despertó a medianoche. Tenía ardor de estómago. Esto, siendo dragón, debería ser normal, pero nada más lejos de la ficción: si por algo se caracteriza el dragón europeo común es por la placidez de sus jugos gástricos y por tranquilas digestiones que no ven alterada su paz ni por correosas princesas ni por punzantes caballeros.

Sin embargo, esa noche algo le había sentado mal. Se levantó y, mientras se preparaba una sal de frutas, hizo memoria hasta dar con la causa de sus males: la doncella de la merienda-cena, una bella y pálida jovencita que de virgen no tenía ni el llanto, se le había insinuado antes de darse por devorada. Sí, aquella mirada, ese estallido de júbilo que se percibía en su piel, el gesto despiadado e incesante de sus labios, el arquear de la ceja derecha en señal de arrogancia... Todo le cuadraba.

Fue bastante rápido, en realidad:

Eh, tú, le despertó de la siesta. Sí, tú, mala bestia, cómeme, que me cansé de esta farsa.

El dragón estaba acostumbrado a oír predicar la castidad, y cuando la vio desnuda ante él, con el miedo prófugo y toda esa armonía de carnes a la vista, le entró la duda y le vino a la mente Miller, por supuesto: “Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza, aun en pleno caos”. Si hubiera tenido opción, la habría dejado tan opaca e inmutable como se le había presentado, después una lágrima y las maletas. Y adiós, que aguante otro este destino de villano de cuento.

Pero no la tenía. Otra opción, digo. Si no, para qué existir. Y se la comió.

Cuando sus dientes se hundieron en la carne, a ella le salió un gemido. Más de ironía que de dolor. De paradójico placer.


11 comentarios:

josef dijo...

Vaya con la doncella de la merienda cena. A veces nos la merendamos con demasiada ansiedad. somos dragones ansiosos. me gustó mucho. Un saludo!

Sofía B. dijo...

Sólo se arquear la ceja siniestra y no me llamo Anaïs ¿será por eso que no veo dragones?

Besos básicos

Andrea dijo...

Vaya, que pena no haber tenido opción, las meriendas-cenas devoradas sin ganas no suelen caer bien. Como siempre, curiosos tus relatos. Me obligan a concentrarme! jaja pero merecen la pena. Un saludo!

Anónimo dijo...

Eso explica a la perfección por qué mis dolores estomacales frecuentes.
Aunque yo no tenga forma de dragón.

Terapia de piso dijo...

Deliciosa y perniciosa la tentación que todos los días se nos presenta. Entregados somos. La abstemia no está siempre entre nuestras virtudes.

Saludos, Fernando.

José Roberto Coppola

Liliana G. dijo...

¡Me encantó! Hacés que lo imposible se vea lo más natural del mundo...
Tus relatos tienen el don de la espontaneidad. ¡Fabuloso!
Muchos besos.

Un rincon de la imaginacion dijo...

Hay cabron!!! jajaja Nice

Miss Morpheus dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Miss Morpheus dijo...

Leyendo el último párrafo de tu atípico "cuento" de dragones y princesas recordé un texto de Eduardo Galeano llamado Pequeña muerte que forma parte de "El Libro de los abrazos":

"No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces del dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace"

(Me encanta la imagen de esa princesa contemporánea de arrolladora personalidad)

Fidias dijo...

Nunca viene mal un poco de sal de frutas ;)

manuel_h dijo...

nunca se les ha entendido del todo, yo creo que básicamente por el latente racismo que hay en este mundo hacia los dragones

 
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