Manos
La masajista se untó las manos con aceite de lavanda. Centrarse en el trabajo, eso es. Trabajo, sólo trabajo. Había sido un día de aquellos de puntas de flecha y rifles. Un día de profecía de Tiresias, de las que quitaban complejos de Edipo y arrancaban ojos. Apretó más fuerte y se le escapó una lágrima. Ignoraba si con él habría sido feliz, pero ahora sentía sus promesas -sí, iremos al Japón, veremos el atardecer de Finlandia, beberemos mate en la Recoleta, nadaremos en el mar Muerto- como cerillas en las uñas. Apretó más fuerte y las lágrimas se mezclaron con el aceite de lavanda. Él le había dicho que era la hermana guapa, que su vientre era una plaza soleada y sus pechos dos iglesias donde oficia la sangre sus misterios paralelos. Ahora ese vulgar plagio de Octavio Paz le hacía un nudo con doble lazada en el intestino grueso. Apretó más fuerte y las lágrimas eran ríos. Y recordó su sexo húmedo y los brazos y las piernas y los brazos. Y apretó más fuerte y las lágrimas cayeron sobre el cuerpo de la camilla. Y el cuerpo no se movió. Y las manos con aceite de lavanda se quedaron frías, apretando más fuerte.
6 comentarios:
No me imagino, no quiero imaginarme el tremendo dolor de un nudo con doble lazo en el intestino grueso..
y unas manos frías.. sin remisión..
aun así, el juego de tus letras.. las sensaciones.. imágenes en mi cabeza..
uff..
un beso, Fer.. sin nudos..
Buf!!! Me ha erizado la piel como nuca...
Ella, la hermana guapa, debía hacerlo, debía acabar con la vida de él. Él no luchó. Tal vez se dejara morir como única forma, ya, de pedir perdón.
Y el frasco de aceite cayó al suelo justo en el instante final de la agonía callada. Y se rompió en mil pedazos como el sexo de ella aquella vez... Y el aroma a lavanda se hizo insoportable; casi tanto, como el dolor de sus manos. Pero el alma, ahora, ya no dolía.
Besos
Una vez le envié a un amigo un poema de Gahete y me contestó: deja ya de hacerme llorar. Idem.
A.M.
Es recomendable separar vida laboral y personal. Y además, de verdad.
Ayyy, he sentido un escalofrío y todo...
Seguro que las lágrimas han imprimido al aceite de lavanda una textura especial, y ese estado de ánimo a través de las manos se ha transmitido al masajeado, es lo que tiene el tacto..., un beso
si la cara de la masajista te resulta conocida, evítala, por si acaso.
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