domingo, 18 de diciembre de 2011

Cuento sobre la lista de la compra



A pesar de que había dedicado una hora y cuarenta y cinco minutos a elaborar la lista de la compra, al subir del súper se dio cuenta de que se había olvidado la harina. No era una tragedia, porque todavía quedaba un poco de la última vez, pero decidió bajar de nuevo. Por si acaso, pensó. Como todavía no se había quitado ni el abrigo, la solución parecía rápida y obvia.
Y así fue, porque en cuatro minutos treinta y siete segundos exactos estaba de vuelta con la harina en una bolsa de plástico, abriendo la puerta de su piso y entrando directamente en la cocina. Después se quitó los zapatos y volvió a hacer inventario de lo comprado: lo tenía todo, parecía, así que se puso a hacer las galletas.
Nunca hacía galletas. Lo de aquella tarde había tenido el capricho. Sobre todo le apetecía mucho el olor en casa, que toda la tarde se respirara a galletas.
Mezclando la masa se dio cuenta de que la leche que tenía era de soja. Blasfemó. ¿Cómo quedarían unas galletas con leche de soja? Sirvió un poco de ese líquido en un vaso y observó su aspecto amarillento. Luego probó un poco así, a palo seco, y le vino un simulacro de arcada. Y después la pereza. Buscó en el fondo del armario de la leche y nada, sólo la leche de soja amarillenta, y en la nevera los limones de siempre y un yogur de frutas del bosque.
Así que bajó de nuevo al súper y esta vez tardó tres minutos cincuenta y ocho segundos, porque subió las escaleras corriendo, y cuando subía las escaleras corriendo podía ir más rápido que el ascensor, aunque llegara al sexto sudando y con las rodillas a punto del . Tenía la leche no de soja para añadir la masa a medio hacer, y sin quitarse los zapatos reanudó la mezcla. La masa, sin embargo, se había quedado adherida al bol, así que decidió comenzar de nuevo y resulta que no tenía suficiente de nada, y tenía que bajar al súper de nuevo.
Y esa es la explicación de que el vecino del sexto entrara en un bucle infinito hace dos días.
Ahora sólo nos queda cruzar los dedos para que el vórtice no se abra de nuevo.

3 comentarios:

Sol de MediaNoche dijo...

umm distraido?

Beatriz Basenji dijo...

Oh, qué salvada! Estuve a punto de utilizar esa misma imagen en mi cuento LOS PANES DULCES.Lindo tu blog y aprovecho para saludarte las Navidades con mis mejores augurios.
Cordiales saludos.

Aan dijo...

Hace un par de semanas me dispuse a hacer tortitas en casa. Me di cuenta de que no tenía bicarbonato. Pensé en bajar al súper. Menos mal que no lo hice y cociné sin ese ingrediente... Si no, ahora mismo habría dos casos de reposteros aficionados en España en un bucle eterno.

Por otro lado, ¿para qué sirve una punta de un cuchillo de bicarbonato en las tortitas? Me quedaron deliciosas sin él.

Besos

 
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