sábado, 8 de octubre de 2011

La verdad



De tanto decir la verdad, la verdad se le gastó y sólo le quedaron mentiras, y ya no hubo manera de fiarse de él. Cuando las mentiras se le gastaron y pasó a las medias verdades, era demasiado tarde y nadie le hacía ya caso por ahorrarse el esfuerzo de distinguir la parte que era verdad y la parte que era mentira.
Como nadie le hacía caso, comenzó a perder palabras; primero las conjunciones y sólo le quedó y; y luego los adjetivos dejaron de salir de sus cuerdas vocales, y se convirtieron en sólo cuerdas. Y casi al final perdió la puntuación y las comas y los puntos y coma y los puntos y lo que decía sólo lo entendía su madre y el dependiente del paqui de la esquina -por eso de la subsistencia- y pensó quedarse en casa y volver a decir la verdad con desgaste y recuperar todo lo perdido empezando por alguna coma, y las conjunciones, y también  los puntos, que tan necesarios son cuando se está leyendo y se pierde el aire (interno).
Diciendo verdades desgastadas, con todas las comas, todos los puntos y comas y todos los puntos y todos los adjetivos y todas las conjunciones, y también las locuciones adverbiales, como por ende o habida cuenta, creyó que lo mejor era callarse, porque la verdad, aunque sea desgastada, ya no le importaba ni a su madre ni al paqui de la esquina, y, claro, mucho menos a toda la gente por conocer.
Su silencio era de todo menos sincero, eso sí.

No hay comentarios:

 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.