sábado, 21 de mayo de 2011

Jornada de reflexión (II)

Hoy es la jornada de reflexión esa, así que me he puesto a reflexionar desde por la mañana, bien temprano. Serían las siete y media de la mañana, que, al tratarse de un sábado, es mucho más pronto en realidad. Las siete y media de la mañana de un sábado son como las cuatro de la madrugada de un miércoles. Muy pronto. Pero no conviene escatimar con la reflexión.

Por eso también escogí el mejor lugar para la reflexión: el cuarto de baño.

Mi mujer se ha levantado más tarde y, cuando ha querido entrar en el cuarto de baño para sus obligaciones matinales, me ha encontrado allí sentado, con los pantalones del pijama por las rodillas y mirando hacia un punto fijo de la cortina de la ducha.

¿Te queda mucho? Me estoy meando.

Ha dicho. Pero yo le he respondido que me queda el tiempo que haga falta, que estoy en jornada de reflexión y que es un derecho constitucional y demás cosas que he leído en el ABC. Como los amontono al lado del váter, hasta le he enseñado pruebas documentales para hacer frente a sus blasfemias y amenazas.

Puedes decir misa, que tengo la razón de mi parte, he respondido. Así que no ha tenido más remedio que marcharse (ha dicho que a casa de su madre, creo). Yo he seguido reflexionando tranquilamente toda la mañana. Hasta he perdido la conciencia del yo en algún momento,

He terminado a las 18.17 de la tarde y he concluido que me tengo que pasar a los cereales con fibra.

Después he tirado de la cadena y el fruto de mis reflexiones se ha perdido en el tiempo y por las tuberías. Y no precisamente como lágrimas en la lluvia, sino un poco más sonoramente.


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