domingo, 17 de octubre de 2010

Sola



Ellos se fueron y la casa, finalmente, se quedó sola.

Se sintió bien, liberada, y quiso hacer todo lo que antes ni se le hubiese pasado por el tejado.

Abrió las ventanas, y entraron un montón de hojas secas de los plátanos, y viento, y un poco de lluvia. No era la búsqueda de una autodestrucción terrible, sino la querencia de mejorar su aspecto físico, que siempre había notado demasiado minimalista. Le faltaba contacto con sus orígenes, una vuelta a la madera y al mineral.

Y animal seguramente, porque al poco ya tenía unas cuantas palomas amándose en sus alféizares, sin muchos escrúpulos.

Era una cierta avidez por los seres que no fueran sus antiguos habitantes.

Rompió los cristales que la protegían, le creció hiedra en las rendijas, y más tarde le salieron flores entre las baldosas. Quiso plantear alguna objeción al color de los pétalos, pero finalmente se quedó callada, dejando que la luz y el perfume del tiempo se impusieran a todo lo demás. Abandonándose a la soledad.

A los pocos meses, sin reflexionar siquiera sobre su locura, unas máquinas la tiraron abajo. Se ve que iban a construir un centro comercial o algo parecido.

Y sus ruinas, que se habían quedado sin la soledad, lloraban.


5 comentarios:

Carla dijo...

y más que iban a llorar...

alféizares, siempre me ha gustado esta palabra.

un besito contingente:)

Salomé dijo...

Si los muros pudieran hablar...

Genial.

Tristancio dijo...

Qué decir... sino que cuando te leo recuerdo el porqué me gusta tanto leer...

Abrazo.-

Anónimo dijo...

No conozco ninguna casa que no esté cansada de sus inquilinos... bueno alguna sí, pero es que las hay muy tontas.

ixilik dijo...

Por lo menos al pasar los años siempre recordará alguien la vieja casa en la que jugaba con asombro por sus abandonadas salas, de techos altos.
Si eres parte de un edificio de barriada, tua nonimato pasaría a formar parte de un holacausto inmobiliario

 
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