domingo, 14 de febrero de 2010

Carnaval


Eso de las máscaras no era lo suyo, pero tratándose del Carnaval no tenía más remedio que tragarse las dignidades y engalanarse como la ocasión exigía. La tradición venía de demasiado antiguo y en el origen se citaba a dioses y a celebraciones paganas de indudable interés, por lo que cuestionar ahora el propósito de la fiesta no era conveniente. Y menos el mismo domingo, qué incomodidad.

Además, el Carnaval era, a pesar de los prejuicios, más de reflexión que de acción. Extraño, sí, pero de confusiones así está repleta la existencia, y el calendario no iba a ser menos. El Carnaval era un ser tranquilo, un poco sombrío, de esos que bajan el volumen de las canciones alegres y de los que antes de que todo acabe se ponen a pensar en las consecuencias, y después en el regreso. Ni fumaba ni bebía y eso del sexo enloquecido le iba poco; le daba pereza. Su naturaleza enfermiza le obligaba a permanecer en casa, a dieta de brasero y sopas de cebolla, y no salía más que para pasear a su perro, un carlino que de triste no sólo tenía la cara.

Los vecinos le conocían como “el del segundo tercera” y lo mismo habría dado si un día hubiese desaparecido, porque aquellos cuya infancia y juventud transcurre desapercibida, poco pueden hacer en su vejez para enmendarlo.

El Carnaval llevaba un registro disciplinado de sus días y sus noches. Gestión del tiempo, lo llamaba, y así lo anotaba en los cuadernos marrón claro que habitaban en los cajones de su escritorio. Y ahora que era domingo, le tocaba lo de las máscaras, que nunca había sido lo suyo. Debía salir de casa, ir a reír y a bailar y a ponerse el disfraz de Batman y aquel sombrero horrible. Nada más que para no interrumpir lo interrumpible, que eran demasiados años de engaño. Demasiado tarde para aguar la fiesta. Demasiada tristeza para compartir.


7 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Gestión del tiempo...

Rosa dijo...

A veces es dificil ponerse una máscara que no se desea y otras lo es más quitársela.
En fín, cada cual....
Besos

ixilik dijo...

El disfraz, tiene que ser algo que nazca de uno mismo, y se desee. Si no es como al que le plantan el gorrito de fiesta en noche vieja, la corbata en la boda,
la camiseta dolce gabbana, los conciertos de jazz, o el colegio religioso de la niña.
Aquí como te descuides y no tengas criterio, te pasas la vida disfrazado, sinte que nadie se de cuenta.
A todo esto... Te has cruzado estos dias con febrero?¿Consiguió disfrazarse de diciembre?

Carla dijo...

pues yo el día de Carnaval me quito el disfraz...

Liliana G. dijo...

El Carnaval tiene razón, se sufre cuando hay que disfrazarse para una ocasión obligada, la máscara termina siendo la cárcel de los sentimientos verdaderos...

Muy bueno, como siempre, mi querido amigo.

Besos

Cris dijo...

Por eso será que Carnaval huye a Venecia en esos días en los que el resto del mundo hace el loco...
:)

Besos!

EL RINCÓN DE LAS LETRAS dijo...

El sentido del canaval no es ponerse careta, sino quitarse la cara... eso es lo que decía "Juan Marsé" en el amante bilingüe...

Si esta es la ocasión para mostrar nuestro verdadero yo... bienvenido sea. Por unas horas hacer lo que normalmente no te atreves, y ser quien realmente eres. Alguien mucho más complejo, de lo que la sociedad nos permite ser.

Un beso.

 
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