domingo, 25 de octubre de 2009

Ejercicio introspectivo a las dos


Al afinador de espejos se le acumulaba el trabajo. En el taller yacían amontonados decenas de espejos que daban la razón. También otros que sólo mostraban miserias. Al fondo, los de las paradojas y las mentiras. Dicho así uno se imagina una incoherencia laberíntica de cristales pulidos inundando una habitación de unos pocos metros cuadrados. Pero esto sería ser injusto con el afinador de espejos, que si hubiera que someterlo a la clasificación genérica se diría de él que es una de las personas más ordenadas y que se enfrentaba con mayor valentía a las complejidades del universo. A pesar de ello, se le acumulaba el trabajo y dejaba de sonreír, porque eso de estar rodeado de falsedades acababa por afectar hasta a los orgasmos. Afinar espejos es un proceso lento, en el que hay que darse cuenta de muchos síntomas y a la vez huir de todo entusiasmo o resistencia. Es una maniobra que sólo puede hacerse por la noche, cuando el espejo está vacío de memoria y las mentiras dejan de tener ese aspecto de verosimilitud y se muestran desnudas y con toda su crudeza. Después hay que contar hasta diez, hacer sonar el diapasón y devolver el espejo al punto de partida. En realidad no es una labor difícil, no exige cualificación, pero hay que tener perseverancia, ya que puede ser que las apariencias y los prejuicios se disfracen de raros e inexplicables síntomas. Y por eso se le acumulaba el trabajo, porque últimamente se encontraba con demasiadas imágenes discontinuas y, lo que es peor, miedos cerriles: abundaban los espejos teñidos de cobardías y fiebres premonitorias, de esas que enmascaran las decisiones e impiden ver las excepciones que cumplen las reglas y los amores a tercera vista. Que así no hay manera de encontrarse ni de salir a buscar nada ahí afuera, que un espejo tiene que estar bien afinado, que debe sonar a presente de indicativo y no tanto a pretérito imperfecto. O a destiempo. Y el afinador de espejos hacía lo que podía. Pero se le acumulaba el trabajo y en su taller seguía habiendo demasiada miseria, demasiada paradoja y demasiada mentira. Y así no hay manera de encontrarse.


8 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

El día que consiga afinar hacia el futuro...se pondrá millonario. (Claro que, no creo que le importe)

Anónimo dijo...

¿me podrías encargar uno de esos que no se ven las miserias?

ANDREA dijo...

Hay momentos en la vida que nos miramos al espejo y solo vemos la sombra de lo que fuimos en un tiempo pasado.


Un Saludo y hasta la Próxima

Terapia de piso dijo...

Los espejos nunca terminan de mostrar la verdad.

Un abrazo, Fernando.

José Roberto Coppola

Cris dijo...

Sería bonito afinar espejos en condicional, para que se vea lo que se puede llegar a ser...
Me ha encantado.
Besos.

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Fer, en serio, no deja de maravillarme con sus juegos de palabras desde el otro lado del virtual espejo.
A la una, a las dos... y a las tres... MUUUUAAAA!!!

Rosa dijo...

Dificil profesión en un mundo como el de hoy!!!!
Besos.

manuel_h dijo...

interesante profesión, aunque un tanto arriesgada para cualquiera que no sea vampiro

 
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