Terrazas (IV)
Me gustan las terrazas de la Plaza Mayor porque se puede estar sentado y fijarte en toda la gente que pasa y comprobar que el pueblo sigue siendo igual que cuando te fuiste. Es lo que sucede en los pueblos, que el tiempo transcurre tan lento que acaba por no pasar, como si se rindiera y se retirara a dormir o a discurrir en otros aires. Aquí me siento y me doy cuenta de que nada ha cambiado, o que la hora o la microdécima de segundo en la que transcurre el cambio no ha llegado todavía, y me quedo tranquilo. Y luego me puedo ir sin demasiado cargo de conciencia.
No estoy nunca y, aunque tranquilo y sin cargo de conciencia, eso me hace sentir incómodo a veces, porque, al no estar, todo acontece sin que yo tenga nada que ver. No soy ni causa ni efecto más que de nostalgias y ya me pueden silbar que las distancias no se acortan. Tampoco hay mucha necesidad, porque el planeta sigue girando, los nombres siguen estando aquí y los extremos continúan tocándose. Y no hace falta que yo aparezca, y cuando aparezco me siento un poco invisible, llegado desde una frívola y desconocida dimensión al margen de todo esto.
Los rostros que veo desde las terrazas de la Plaza Mayor se han quedado mustios, faltos de interrogación, sin demasiadas palabras resbalando por la piel. Debe de ser el secreto para que no pase el tiempo: no hacerse preguntas más que sobre facturas y pañales y esperar a que se respondan solas, guardar las distancias, olvidar que hay una salida, tirar a la basura la argolla del compromiso, dejar que todo transcurra, olvidando el timón a expensas del viento y que las cosas dejen de tener remedio. Y siempre quedará el alcohol por si aparece la sombra de la duda.
Lo mejor es que me puedo ir sin demasiado cargo de conciencia. Paso dos días, quizás tres, suelto algún silencio como mucho, afirmo poco y pregunto nada. Y casi todo el tiempo lo paso en una de las terrazas de la Plaza Mayor, fijándome en la gente que pasa.
6 comentarios:
"y cuando aparezco me siento un poco invisible, llegado desde una frívola y desconocida dimensión al margen de todo esto"
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Toda España se está quedando sentada en la terraza, mirando la gente que pasa...
Todos tenemos una plaza mayor donde sentarnos y a veces incluso dos.
Estupendo, como siempre.
Besos
lo malo del alcohol es que cuando se evapora (y siempre lo hace) la realidad te aplasta con más fuerza...
"la vida marcha a otro ritmo, como entre un pasado que ya no gusta y un porvenir sin dibujar"
Es de Carmen Martin Gaite :)
No hay nada más emocionante que ver a la gente que pasa mientras uno no pasa, está allí mirándolos, adivinando sus vidas, escrutando sus rostros, siguiendo sus movimientos...
¡Es fascinante lo que se puede aprender sólo con observar!
Estupendo Fernando, es un placer leerte, querido amigo.
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