domingo, 2 de agosto de 2009

Terrazas (III)



Siempre que estoy en la terraza de la Rambla viene la misma chica, aquella pobre mujer que vende dibujos de flores y castillos. Siempre le digo que no quiero. Bueno, siempre no: la primera vez que estaba sentado en la terraza de la Rambla y vino ella, le compré un dibujo de una flor. Luego le tuve que comprar un dibujo de un castillo, porque, me explicó, las flores necesitan a alguien que las defienda, y para eso están los soldados que hay dentro del castillo. Así que le compré dos.

Pero desde esa vez ya no le he vuelto a comprar más dibujos. A pesar de eso, al primero al que se acerca es a mí. Viene con aquella sonrisa descolocada y me dice señor, señor, quiere ver mis flores. Siempre le digo que ya tengo dibujos suyos, que son muy bonitos, que me gustan mucho, pero que ya tengo. Aun así, ella insiste hasta enfadarse. Conmigo no grita, y eso que la he visto gritar de rabia cuando recibe demasiadas negativas. Nada grave, aunque si no estás acostumbrado, espanta. Le he dicho que tiene que revisar su método de venta y que no debe venir siempre a la Rambla y a mi mesa. Es como, le digo, si un vendedor de coches quiere vender siempre el mismo coche a la misma persona. Pero no lo entiende: ¿en qué se parecen los coches a sus flores y a sus castillos?

Tiene razón. Nunca se me han dado bien los ejemplos. Así que ahora ya sólo me limito a decirle que no con la vaselina de la sonrisa. Luego aguanto su mal humor durante unos segundos y ya está. Pobrecilla.

El jueves pasado, sin embargo, se me ocurrió dibujarle un cocodrilo. Lo vi útil para defender sus castillos, nunca se sabe. Así que cuando se me acercó aquella tarde ofreciéndome sus dibujos, le enseñé el mío. Para qué quiero yo un cocodrilo, me preguntó. Le expliqué lo que se me había ocurrido, pero me contestó que no, gracias, que el cocodrilo se acabaría comiendo las flores. Cuando quise argumentar que los cocodrilos no comen flores, que eran carnívoros, me dijo que mucho peor, que devoraría a los soldados del castillo.

Desde entonces he hecho el mismo intento con otros animales –utilizó el mismo razonamiento–, con una espada –me dijo que no le gustaban las armas blancas–, con unas murallas muy altas –replicó que aislarían a los soldados de la flor, llegaría un jabalí y se la comería– y con una urna de cristal – que le quitaría el aire a la flor, debía de haberlo previsto. Siempre rechazos.

¿Qué me quedaba por hacer? Estaba más harto de sus negativas que de su insistencia con sus flores y sus castillos. Me sentía herido ante su desprecio.

Por eso les ruego que me entiendan y que me compren uno de mis dibujos. Son muy bonitos, los más bonitos de la Rambla. Mucho más que los de esa chica, aquella pobre mujer de allí que sólo sabe pintar flores y castillos.

12 comentarios:

A través del espejo dijo...

No puedo evitar pensar en corderos y rosas, Antoine.
Merci encore!

Isabel Tejada Balsas dijo...

que tierno .*

Anónimo dijo...

Quiero un lémur.

mariajesusparadela dijo...

Qué preciosidad de historia: eso es empatía y lo demás imitaciones.

Sofía B. dijo...

¿Nunca has sido bueno con los ejemplos? No me lo creo....

Besos

Mon dijo...

Fantásticos relatos sobre lugares emblemáticos de Barcelona. Mis rinconcitos: la pl del pi la mañana de los domingos donde siempre hay algún músico acompañado de su rebeldía que canta y toca a las sinrazones de la vida. Y las "rodalies" de Santa Maria del Mar. Lugares idóneos para gozar de una ciudad que parece descansar en el mes de agosto y que se prepara para el inicio de un nuevo curso.

Carmen dijo...

duele el rechazo, el desprecio

cuando es por desconocimiento total lo soporto

pero sufro mucho cuando es por un malentendido, ya sabes el tema éste de las gafas ;)

Me ha encantado la forma tan sutil e inteligente que lo has contado

Terapia de piso dijo...

Todos, en algún momentos, somos unos incomprendidos.

Un abrazote, Fernando.

José Roberto Coppola

simalme dijo...

Dan ganas de visitar Barcelona...

luciérnaga dijo...

precioso...
...sobre todo lo de " me limito a decirle que no con la vaselina de la sonrisa." ...ahh eso tengo q aprender a hacerlo yo...
;-D

manuel_h dijo...

hay negocios muy duros y la competencia sale de donde menos te lo esperas. El que primero consiga una reseña en algún periódico, aunque sea gratuito, gana.

Liliana G. dijo...

Por lo visto has probado de tu propia medicina, cosa por demás saludable para ponerse en los zapatos de los demás.

Buenísimo tu cuento-metáfora, como siempre, Fernando.

Un besote.

 
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