Meublé
Me rodeaban una pecera repleta de colores sin peces, una luz azul y sanitaria, cortinas de terciopelo, gemidos lejanos y no tan lejanos, y aquella mujer vieja, morena y bajita, que, con gesto de falsa inocencia, me hablaba de franceses, thailandeses y cubanas como de países exóticos al alcance de unos cuantos euros.
Me hizo pasar a una habitación pequeña con las paredes desnudas. En una de las esquinas, cubierta por una cortina mohosa, había una bañera redonda, y, al otro lado de la estancia, ocupaban el vacío una camilla envuelta de papel blanco y una silla baja con reposabrazos. Junto a la silla, un galán de noche. Me senté en la silla con las piernas cruzadas, por adoptar una posición digna en aquella ridícula poltrona, y sin saber muy bien qué hacer con las manos, que me suplicaban por un lugar donde pasar desapercibidas. Sudaban.
A los pocos segundos, cuando todavía estaba intentando acomodarme, entró en la habitación una mujer en ropa interior, de atractivo dudoso. Me levanté de la silla de un respingo. Hola, me llamo, y dijo un nombre extraño, de esos que sólo aparecen en las malas películas o en canciones del final de la Rambla. Después se fue y apareció otra mujer, quizás más guapa, pero con un velo de tristeza en los ojos que difuminaba su belleza. También dijo su nombre y se fue. Y luego llegó otra, rubia y muy alta, y luego otra, cuyo descaro me posó dos besos en las comisuras de los labios. Y otras dos. La última en mostrarse, de nuevo, fue la vieja.
Y bien, me preguntó. Yo le dije la rubia.
Se fue la vieja, entró la rubia, me indicó dúchate. Jamás, ni esta mañana, cuando me estaba muriendo, me habría imaginado así esto. Quiero decir el paraíso, le comenté mientras me desnudaba.
Y quién te ha dicho a ti que esto es el paraíso, y se calzó las botas de cuero, la máscara inhumana y aquel arnés que, varias eternidades después, todavía alimenta mis pesadillas.
Me hizo pasar a una habitación pequeña con las paredes desnudas. En una de las esquinas, cubierta por una cortina mohosa, había una bañera redonda, y, al otro lado de la estancia, ocupaban el vacío una camilla envuelta de papel blanco y una silla baja con reposabrazos. Junto a la silla, un galán de noche. Me senté en la silla con las piernas cruzadas, por adoptar una posición digna en aquella ridícula poltrona, y sin saber muy bien qué hacer con las manos, que me suplicaban por un lugar donde pasar desapercibidas. Sudaban.
A los pocos segundos, cuando todavía estaba intentando acomodarme, entró en la habitación una mujer en ropa interior, de atractivo dudoso. Me levanté de la silla de un respingo. Hola, me llamo, y dijo un nombre extraño, de esos que sólo aparecen en las malas películas o en canciones del final de la Rambla. Después se fue y apareció otra mujer, quizás más guapa, pero con un velo de tristeza en los ojos que difuminaba su belleza. También dijo su nombre y se fue. Y luego llegó otra, rubia y muy alta, y luego otra, cuyo descaro me posó dos besos en las comisuras de los labios. Y otras dos. La última en mostrarse, de nuevo, fue la vieja.
Y bien, me preguntó. Yo le dije la rubia.
Se fue la vieja, entró la rubia, me indicó dúchate. Jamás, ni esta mañana, cuando me estaba muriendo, me habría imaginado así esto. Quiero decir el paraíso, le comenté mientras me desnudaba.
Y quién te ha dicho a ti que esto es el paraíso, y se calzó las botas de cuero, la máscara inhumana y aquel arnés que, varias eternidades después, todavía alimenta mis pesadillas.
12 comentarios:
"Al final de la rambla me encontré con la negra flor", ese es un buen nombre de mujer.
Claro, vas pensando en chorradas como quién se quedará con mi colección de velas que se me olvidó encender, o en si habrá cobertura, o en qué ganas de mear me han entrado de repente, parece mentira, o en qué hostias hace ese tío con bata revolviendo en mis intestinos, y se te pasa la salida que buscabas, y acabas en la salida en la que te estaban esperando. Malditas autopistas!, o más bien, nunca más le contaré a nadie mis fantasías!!
Interesante, sigue en ello, escribiendo más que compitiendo :)
qué duro debe ser puta por Dios, seguro que tu personaje no la hizo correrse pero por un segundo olvidó que lo que estaba haciendo era un trabajo y cerro los ojos de placer....
¡Hola!
Soy un concursante del 20 minutos. Me ha gustado lo que has escrito... Algún día me gustaría hacer algo de pequeños relatos, quizás el curso que viene, y soy de los que gustan de aprender de los demás. Por eso acabo de votarte (creo que soy tu primer voto, pero tendrás más).
¡Suerte con el blog (y el concurso)!
Antonio Javier Roldán
Ajá, así que así es el infierno... una casa de citas!!!
Es usted maravillosamente extraño, Fer. Y me gusta.
Me ha enganchado mucho este relato Fer.
Pero jo, me he quedado con ganas de saber más! Y no es que sea morbosa jeje, pero... ¿Qué te hizo la rubiales? ;-)
Un beso
Ni siquiera en la vida real me parece que podría ser eso un paraíso. El final es puro desasosiego. Un abrazo.
(Pásate por casa, hay algo que puede gustarte.)
Muy bueno este relato. Me gusta lo que escribes. Saludos.
Es irremediable… no podemos controlarnos!!!
ESTO ES SPAM... EXQUISISTO
Somos los murmullos de las cucarachas
Participamos en el concurso de blog del 20 minutos.
¡Porque hay una cosa que TU puedes hacer por NOSOTROS!
Y en video...
http://blip.tv/file/1381740
¡¡¡Sólo para paladares y cerebros educados...!!!
ESTO ES SPAM... EXQUISISTO
pd.- mas de 300 blog spa-meados y aqui si, aqui nos hemos parao un ratito a tomar aire... es que el titulo de este post...es para nosotros, el más puro de los lugares!!!!... y si..alimentan nuestro sueños constantemente!!
La foto es increíble, el primer día sólo miré la foto... está claro que de paraísos hay muchos y de infiernos, a mí lo del arnés me arrancó la sonrisa
Pues triste estampa la que nos muestras... un poco alejada de la idea del paraiso. Y en algo estoy completamente de acuerdo contigo: el ser bello es aquel que irradia alegría.
Un beso.
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