Confesión
Una de las cosas que más detesto en este mundo, no sé si la que más, ya que detesto muchas y a muchos hombres -en caso contrario no podría dedicarme a lo que me dedico-, es que en un restaurante me hagan esperar, como aquel en el que cenamos a las once y media como muy pronto y a la una todavía nos estaban sirviendo los postres, o que en las mañanas lluviosas los paraguas callejeros rivalicen entre sí por sacarme los ojos; aun así, en estas situaciones, la profunda náusea que se me forma en el cuello -porque a mí las náuseas me vienen desde el cuello a la parte posterior de la cabeza- y el grotesco odio que se me compone en todas las cicatrices de mi cuerpo -porque yo veo crecer en odio en mis heridas pasadas- no es nada comparable al ansia de empalamiento y castración que se va formando en mi organismo cuando tengo cerca a alguien que escucha música con el teléfono móvil y decide de forma unilateral que esa melodía se ha de convertir en la banda sonora de todo aquel que tiene la desdicha de encontrarse con ellos. Es una sensación de tal abominación y repugnancia la que me provocan estos tipos que, con toda naturalidad, los sodomizaría con un bate de béisbol hasta que su esfínter tuviera la misma eficacia que el de los caballos en los desfiles, o bien les obligaría a comerse sus propios glóbulos oculares con cuchillo y tenedor.
Con la convicción de que mi problema se resolvería de este modo y no con el Prozac o la Viagra, lo que hice la otra mañana fue subirme al metro en el inicio de la línea y no bajar hasta el final. Así, cinco o seis veces. Ida y vuelta. Y, por la tarde, otra vez. En ese insistente trayecto me encontré con treinta y siete especímenes del linaje descrito. Escuchaban variedades, para mí hasta ese momento completamente desconocidas, de merengue, bachata, reguetón, hip-hop, gangsta-rap, sanjuanito, yaraví, tonada, guarimba, rumba, samba, lambada. Desde entonces repito cada día este recorrido por el infierno de Dante, deseando recuperar lo que perdí, esa chispa de motivación, esa vitalidad tan característica en mis acciones. Porque anhelo ser el que era antes: ese psicópata activo y feliz que no dudaba en matar con o sin motivo, el experto en sufrimiento que torturaba por placer o por capricho, aquel asesino múltiple cuyas brutales matanzas salían en la primera página de la sección de sucesos.
Con la convicción de que mi problema se resolvería de este modo y no con el Prozac o la Viagra, lo que hice la otra mañana fue subirme al metro en el inicio de la línea y no bajar hasta el final. Así, cinco o seis veces. Ida y vuelta. Y, por la tarde, otra vez. En ese insistente trayecto me encontré con treinta y siete especímenes del linaje descrito. Escuchaban variedades, para mí hasta ese momento completamente desconocidas, de merengue, bachata, reguetón, hip-hop, gangsta-rap, sanjuanito, yaraví, tonada, guarimba, rumba, samba, lambada. Desde entonces repito cada día este recorrido por el infierno de Dante, deseando recuperar lo que perdí, esa chispa de motivación, esa vitalidad tan característica en mis acciones. Porque anhelo ser el que era antes: ese psicópata activo y feliz que no dudaba en matar con o sin motivo, el experto en sufrimiento que torturaba por placer o por capricho, aquel asesino múltiple cuyas brutales matanzas salían en la primera página de la sección de sucesos.
16 comentarios:
Me pregunto qué lo llevó a abandonar esa vida que ahora anhela, y por qué necesita de esa inspiración diaria. Dicen que esos hombres no saben vivir sin matar, ¿qué ha pasado con él?
A veces siento ese odio que describe el narrador, pero allí queda, dormido, consumiéndose a sí mismo, desapareciendo. Si tan sólo hubiese sido violado de pequeño... pero ni siquiera esa excusa tengo. Un abrazo.
y el grotesco odio que se me compone en todas las cicatrices de mi cuerpo
y es que, si las cicatrices hablaran eh?
no sé porque la escena del bate de beisbol me recordó a Pulp Fiction :S
hola:
sabes?, me sacaste una sonrisa ; aunque tela marinera, el post.
Los móviles, los politonos , esos sustos de escuchar a alguien gritando como un poseso por el móvil.
El metro, bien, pero yo en ciudades que no conozco, hago eso con buses de linea, en vez del turístico.
un saludo.
¡¡Dios cuanta violencia contenida!!
Comparto contigo el asco por ese tipo de cosas, el día que coja yo el bate me voy a quedar bien agusto.
Un beso fuerte, eres fantástico!! :D
¿SanJuanito????. Dios mío, lo que inventan, así cualquiera se convierte en psicópata (como mínimo. Otros, incluso, se convierten en Mario Conde)
Doctor, doctor, odio a mis vecinos, a mis amigos, a mis hijos, a mi mujer...
¿Y a mi qué me cuenta?
¿Usted no es el médico del odio?
No, del odio no, del oido!!
Todo el mundo odia a la humanidad, ya lo dijo Dostoieski
Impresionante el odio que destila el tipo, pero más impresionante resulta su añoranza y búsqueda de la maldad perdida.
Y la de personajes similares que conviven entre nosotros...
Un abrazo.
Esa nausea-collar la conozco y lo del bate de béisbol me encantó... yo tenía una personaje que se dedicaba a sodomizar hombres...
buena la confesión, yo creo que volverá a hacerlo... pero no sé el qué
Qué mundo este en el que tu psicópata es el cuerdo, madre mía...
Felicidades, Fer!
Que pases un feliz día de cumple!
Un besito!
¿De cumple y no avisas ni invitas?
¡Felicidadeeeeees! Y que cumplas muchos más, y etc etc, que disfrutes el día y que yo me chinche por no poderte tirar de las orejas; espero que sientas dolorcito por telepatía, jejeje...
...pero bueno!! cumples 2 días después que yo?? :D
APIO VERDE TUYUUUUU!!
Muchas felicidades poeta.
Un beso fuerte!
Y Libra, el mejor horóscopo del mundo mundial. Después de Aries, por supuesto.
Oohhh! El mismo día, que guay!!
¿de que año es usted? venga confiese.... :D
¿¿todavía no se contempla eso como eximente en cualquier caso de asesinato?? joder!
Justamente hoy me hubiera sido de gran ayuda en el trabajo este psicópata tan bello.
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