Confianza

-¿Tienes papel y boli?
- Sí, dime.
- A ver, primero lo salpimentas, lo pones en una cazuela de barro…
- Uy, espera, no sé si tengo cazuelas de barro.
- Vaya, es que queda mejor. A ver, que si no tienes, no pasa nada, pero yo que tú lo haría en cazuela de barro. Te quedará más “auténtico”.
- Bueno, la busco o se la pido a un vecino. Sigue.
- Pues eso, lo pones en la cazuela con la manteca y lo vas sofriendo con unas cebollitas y el tocino. Echas una pizca de tomillo y perejil, y una hoja de laurel, si tienes, y le vas quitando grasa poco a poco.
- De acuerdo. ¿Pero toda la grasa?
- No, mujer, tú verás; eso, al gusto del consumidor. Pero te quedará más rico si le dejas parte.
- Vale.
- Bueno, pues según se vaya haciendo, riegas todo con el vino y dejas que se reduzca. Al final le pones un poco de harina y una pastillita de Avecrem y lo dejas cocer a fuego lento.
- ¿Y ya está? ¿Y la picada?
- A eso iba. La picada la haces con avellanas, piñones y chocolate y la echas unos quince minutos antes de que se acabe de cocer, más o menos.
- Qué bueno. A ver qué tal sale. Muchas gracias.
- Nada, Alicia, a mandar. ¿Y dónde dices que lo encontraste?
La piel y el aire absorbieron la última gota de sudor. La temperatura se hallaba ya en su valor correcto; no más de 20 grados ni menos de 15, indicaba el barómetro electrónico. Sobre la mesa de cristal –impecable, sin rastro de pasado–, blanco, tinto, rosado, joven, envejecido en barrica, crianza, gran reserva, un sacacorchos y cinco copas de vino. Cogió una botella de Penedès crianza 2004, 55% Merlot, 30%, Cabernet Sauvignon, 15% Cabernet Franc, cortó su cápsula por debajo del recogegotas y limpió la boca del recipiente con una servilleta de papel. Después, suavemente, quitó el corcho, que salió con un silencio de sepulcro. Sirvió cuatro centilitros en una de las copas y observó con detenimiento el líquido, el color granate intenso y brillante, limpio, con matices de teja maltratada por el pedrusco. Deslizó los dedos índice y corazón de la mano derecha por el pie de la copa y la movió, como si acariciara la piel amada. Los vapores del caldo penetraron en su nariz, que distinguió roble francés, ciruela y coco, con una ligera reminiscencia a humo de habano. Era un aroma intenso y punzante que se le asomó al estómago.
No se percató, sin embargo, de la tretrodotoxina.
Lo encontraron muerto entre decantadores vacíos. Días más tarde.
Yo ya estaba lejos, bebiendo tinto de verano.
“Rosa d’abril, Morena de la serra,
de Montserrat estel,
il·lumineu la catalana terra,
guieu-nos cap al Cel”
Primera estrofa de El Virolai, de Jacint Verdaguer.
No es norma de la casa publicar fotos propias, pero la ocasión merece un replanteamiento de tan estricto patrón.
¿Volar sobre Montserrat será considerado blasfemia?
Una extraña sonrisa apareció en el rostro de la durmiente. No era un gesto de enamorada, ni de satisfacción ni de felicidad. Ningún asomo de cariño. Ni siquiera de desasosiego. Era un guiño de asco, de náusea, desconocido en ella, aparente paradigma de la dulzura y la bondad. El rictus de repugnancia se convirtió en mueca de perversidad.
¿Quién cree hoy día en los cuentos?– pensó. Así que, sin más, le clavó la estaca entre los pechos y se fue a mirar trenes, a cantar saetas y a merendar otros sueños.
"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais.
Atacar naves en llamas en el cielo de Orión.
Brillar Rayos C en la oscuridad, cerca de
Todos esos instantes se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.
Es hora de morir"
[Este mes se cumplen 25 años de uno de los más grandes acontecimientos cinematográficos de todos los tiempos: el estreno de Blade Runner]
Hay días en los que querría ser un Nexus 6 para, al caducar, soltar un discurso semejante. Siempre me quedará la duda de si lo soy o no, al menos hasta que alguien me someta a la prueba Voight-Kampff.
“Cuando June caminó hacia mí desde la oscuridad del jardín hacia la zona iluminada por la puerta abierta, vi por vez primera la mujer más bella de la tierra”
Diario de Anaïs Nin. 30 de diciembre de 1931.
- Ya estoy lista. ¿Vienes?
- No. Prefiero tus mentiras.