sábado, 21 de enero de 2012

Objetivo



Cuando todavía jugábamos en el patio a uno de nosotros se le ocurrió lo de cavar un hoyo lo más profundo posible.
Así atraparemos a los ladrones que quieran entrar en el patio, argumentó, y todos estuvimos de acuerdo. Qué buena idea.
Al día siguiente comenzamos a cavar. Nos aburrimos al poco rato, como con todo en esa época, y dejamos en el suelo del patio un agujero que sólo sirvió para que mi abuelo tropezara varias veces.
Porque el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, pero mi abuelo tropezaba bastantes más.
Y un día me preguntó que por qué ese agujero, y yo se lo expliqué, y él me animó  -para eso están los abuelos – para que siguiera cavando, hasta, como mínimo, llegar a Australia, que es lo que está al otro lado, me explicó.
Qué guay, Australia, y salí corriendo a cavar como un loco.
Llegué a Australia, vaya que si llegué.
Pero el hoyo siguió sin servir para atrapar ladrones y mi abuelo continuó tropezando.

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