domingo, 18 de abril de 2010

Naturaleza muerta

Cuando decidió trabajar como conductor de ambulancias, ya se lo imaginaba exactamente así. Podían pasar días sin nada importante, que, de repente, sucedía algo extraordinario que lo alteraba todo. Por eso le gustaba; porque le ayudaba a entender.

Le fascinaba el encanto de la rutina y lo ilusorio de aquellos días iguales a los demás, sin nada gótico que los adornase. El mismo olor, las carreteras de siempre, el insomnio de hora sobre hora, su universo de hombre sosegado: ésos eran los únicos ornamentos de la monotonía.

Hablaba poco. Sus compañeros lo sabían y lo respetaban, aunque intentaban no repetir el turno con él, porque, en el fondo, no entendían que pudiera pasarse horas sin decir una palabra y mirando a un punto fijo. Espectro, lo llamaron; más tarde, el Réquiem –hay mucho poeta suelto en el mundo de la ambulancia–. El apodo que se le quedó al final fue Naturaleza muerta.

A él le gustaba. Era eso, en el fondo.

Tampoco dormía. Se dedicaba a contemplar el vacío. Se corrió la voz de que era capaz de soñar con los ojos abiertos. Pero no de la forma en la que todos soñamos con futuras promesas, sino con una quietud increíblemente plana, un poco cadáver, hasta que entonces sonaba el walkie y sucedía algo extraordinario y todo se alteraba. Decía que le ayudaba a entender, a darse cuenta de que el mundo se compone de pequeñas insignificancias y que no es nada más que un incorruptible camino hacia el silencio, y que ahí, en la ambulancia, teníamos el privilegio de ser espectadores de todo eso, todos los días, de esos mil pedazos de existencias. De esas existencias rotas en mil pedazos.


11 comentarios:

simalme dijo...

... A veces más enteras las partes enfermas que las totalidades enfermas...

Caminante dijo...

muerto...muerto...muerto...muerto....

Terapia de piso dijo...

Había descubierto su manera de resistir en la vida. Su fórmula para permanecer.

Abrazo, Fernando.

José Roberto Coppola

mariajesusparadela dijo...

Y a veces despertamos de lo cotidiano porque alguien nos despierta. Como a él.

Cris dijo...

Qué pena. Yo no sé si soportoraría ver más existencias rotas que enteras.

Besos.

Magrathea. dijo...

La persona de la que más he estado enamorada tiene las mismas iniciales que tú, el nomre y primer apellido coinciden totalmente y bueno, trabajaba en una ambulancia.

El miedo ahora.

Salomé dijo...

Hay a quien le reconforta el olor a queroseno y hay quien se encuentra en el sonido de la sirena de una ambulancia.

Salomé.

Francisca dijo...

Te invito a visitar este blog http://mandamientosdementira.blogspot.com/ de ilustraciones y textos breves realizados por mí.
Saludos!
Pan

cleopatra dijo...

Nada más que el elixir del óbito.

Creo que muy poco se puede decir cuando se lucha con la muerte cada segundo, cada instante, cada jornada.

Aunque sea mujer y hasta pueda vestir de rojo.

(Ella sí es comunista)

Saludos

Tristancio dijo...

Siempre que siento el aullido de una ambulancia cruzando la ciudad, pienso en la historia que viaja adentro. Ahora pensaré también en el conductor...

Saludos.-

Isabel dijo...

Me ha encantado tu manera de escribir,tus historias,tu originalidad...
Tu blog,en resumen...
Ha sido muy grato leerte.Desde ahora lo haré a menudo.Un saludo.

 
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