viernes, 24 de julio de 2009

Terrazas (I)


En la plaza de la Virreina hay un hombre que vende lágrimas. Dice que ahora se llora poco, muy poco. Antes, en sus tiempos, me decía, se lloraba más, y no era porque la gente fuera más desgraciada, sino porque no tenía tantas cosas que hacer. Ahora todo el mundo va de un sitio para otro, pensando en sus asuntos y en lo último que se compró y en lo siguiente que se va a comprar, y ya nadie llora. Tendría que salir llorando por la tele una modelo de ésas tan guapas, para que la gente la imitara, me decía; pero no llorando con las lágrimas que caen haciendo surco por el maquillaje, ni con aquéllas que esconden los defectos o con las que parecen trazadas con tiralíneas. Deberían mostrarse con lágrimas nuevas, sin velo, entre un llanto lleno de hipo y mocos y ojos rojos y con la tristeza que se desayuna algunos domingos. Así son las lágrimas que yo vendo, me decía.

Las lleva en un carrito de helados que pone Menorquina. Se ve que tienen que estar bien frías, porque aquí con el calor ya se sabe, si vas vendiendo algo a temperatura ambiente nadie te lo compra. Pero que es igual, que luego, al tomar contacto con la piel, se calientan rápidamente, con devoción, en cuestión de segundos. Después, la reacción suele ser de sorpresa o de pasión. Digo esto último, comentaba, porque una vez hubo una pareja que se tuvo que ir corriendo a su casa de tal arrebato que les dio, a punto de comerse a besos delante de todo el mundo, aquí en la Virreina. Parece ser que el llanto les acaba desnudando y se acuerdan de que son seres frágiles y eso les llega al bajo vientre.

También pueden provocar nostalgia, me decía. Entonces es peligroso, porque se corre el riesgo de dejar sin pagar la consumición y armar aquí un follón. Pero eso no pasa casi nunca, sólo entre los desarraigados crónicos, que no son tantos, que ahora todo el mundo tiene una patria y, si no, se la fabrica.

La cuestión, explicaba, es que se acaba llorando, y eso ahora ya es algo. Que se llora poco, muy poco.

Le dejé acabar. Y no, gracias, le dije con el mismo tono con el que rechazo las rosas rojas que pasean por entre las terrazas de la plaza de la Virreina. Después le di un trago más a la cerveza y encendí un cigarrillo mirando para otro lado. Ya no saben qué inventar, pensé.


10 comentarios:

Terapia de piso dijo...

Con mis lágrimas tengo suficiente. No vendía acaso activador de lágrimas no lloradas. Eso a veces lo necesito.

Un abrazo, Fernando.

Surrealista como siempre.

Kosé Roberto Coppola

Anónimo dijo...

Tiene toda la razón. Llevo como un año sin poder llorar. Ojalá me encontrara al vendedor, le compraría el carrito entero.

Majo dijo...

A mí cada vez me cuesta más hacerlo, y no es porque no lo necesite. Es más, lo necesito fervientemente, y así me luce la piel de la cara, que va sacando las emociones que mis ojos no pueden sacar.

No hay tiempo a veces para llorar a gusto, hay gente alrededor y preferimos que no nos vean hacerlo o que no noten que lo hemos hecho. Y lo dejamos para otro rato.

Precisamente estos días tuve la excusa perfecta para llorar a moco tendido y poderme justificar si alguien preguntaba (nadie lo hizo, dicho sea). Empecé a leer "Platero y yo" y mis ojos fluyeron, y lloraba feliz de poder hacerlo porque pensé: "jo, ya tengo excusa..."

Y no es que no llorara por lo que el libro me causara, fue más bien el texto el causante, pero sucedió que fue el desatascador que hizo salir las lágrimas que llevaba demasiado tiempo guardadas.

Aún así, pienso que lloré poco, y necesito más.

B7s

mariajesusparadela dijo...

Yo tampoco necesito comprar lágrimas. Aún sé fabricarlas sola.
Precioso relato.Gracias.

Sofía B. dijo...

Tengo unos caramelos que hacen llorar. Dicen que es el sidral, pero no sé no me convence la explicación.

Besos

Carmen dijo...

yo no hubiese podido evitar caer en la tentación.

fijo.

Carmen dijo...

Alegría era una niña que no podía llorar, no lo había hecho nunca, y se preguntaba cosas como ésta


-¿el cielo llora por mí?
...había empezado a llover

Es de Llora, Alegría, de Cuca Canals, uno de mis libros preferidos

Buen día

manuel_h dijo...

falla un poco la publicidad, porque el boca a boca, en este caso, es demasiado salado para este calor.

Cris dijo...

Pues yo creo que la ente sí llora, y seguirá llorando. Yo al menos lo hago de vez en cuando. Lo que pasa es que, como todo, las cosas más bonitas se hacen en privado...

Besos.

Liliana G. dijo...

Quizás debería pasar por la plaza de la Virreina y comprarme algunas lágrimas, aunque no sé de qué me serviría ponérmelas por fuera...
Y no es de fría que no las tengo, quizás sea que la coraza que sustento no las deja filtrarse, tal vez se me hayan agotado y no me di cuenta, el día que lo descubra buscaré al vendedor del carrito.
Mientras tanto seguiré riendo, para mí y para los demás...

Una bellísima reflexión la tuya Fernando, que también invita a que cada uno reflexione.

Besos.

 
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