sábado, 7 de marzo de 2009

Falsos mitos


“Las mujeres, como los dioses, nunca se cansan del amor” (Gonçalo M. Tavares)



Cuentan que el barquero se quedó sentado en la orilla. Hoy su paciencia había llegado a un límite indeseable cuando aquel joven de por la mañana argumentó que se había tragado la moneda y que no tenía con qué pagarle. A quién se le ocurre más que a los griegos poneros las monedas en la boca, no es al primero al que le pasa, le recriminó. Más que a él, pobre, condenado a esperar eternamente un descuido de Hermes -bastante improbable-, se lo reprochaba a su cultura, con tanto filósofo, tanta faldita, tanta melitzanosalata, tanta palas atenea y tanta acrópolis. Habéis inventado la metafísica y no podéis llevar encima ni un simple monedero, le gritó.

Son estos episodios los que acaban moldeando la mala fama, miraba su reflejo en el río y pensaba. En esto llegó ella; no un alma descarriada más, no una sombra errante ordinaria, sino ella, de puntillas, como para no molestar. Tú debes de ser Caronte, saludó.

Él, que se contemplaba obnubilado, deseando ser Narciso, levantó la vista con fastidio.

Fue entonces cuando comenzó su nueva vida, de la que poco se sabe y nada se ha escrito. Comenzó con un “a este paso del río invito yo” y siguió por los portales del Hades, revolcándose con exceso, multiplicándose.

Él, por supuesto, descuidó la barca. Ella estaba de acuerdo. Las almas se amontonaban en la orilla, esperando, con las monedas debajo de la lengua y sin poder hablar, aburridas. ¿Qué importa?, le decía ella, tienen tiempo, quédate conmigo.

Así que tiró el remo al río y se olvidó de la barca.

Cuando, pocas horas más tarde, ella lo abandonó, ya era demasiado tarde: el remo había desaparecido, su barca se había perdido por el inframundo y las almas habían construido un puente. Él se quedó sentado en la orilla, cuentan. Alguien me explicó que se le vio poniéndose una moneda debajo de la lengua. Pero yo creo que son falsos mitos.


14 comentarios:

Terapia de piso dijo...

No sé si haya mitos verdaderos.

Saludos Fernando.

José Roberto Coppola

simalme dijo...

Qué bonito. Me gusta.

Liliana G. dijo...

¡Me encantó! Hiciste un mito del mito mismo. Lograste mantener la atención del lector (yo) y arrancarle una sonrisa.
Un beso, amigo.

Fauve, la petite sauvage dijo...

Creo que soy hija de Caronte.

Angie dijo...

"Habéis inventado la metafísica y no podéis llevar encima ni un simple monedero" -buenísimo :-)

Saludos

Carla dijo...

Voy a probar lo de la moneda...( a ver que pasa)


un saludo :)

Sofía B. dijo...

Tras un falso mito hay una verdad científica.. ¿o era al revés?

Besos.

Argeseth dijo...

No se si haya mitos falsos.
Linda la deconstrucción de la historia.
Saludos.

manuel_h dijo...

qué triste!!!!

Myriam M dijo...

Buenísima la revisión del mito, me gustó mucho el primer párrafo y algunas ocurrencias posteriores, me has hecho reír Fer, merci!

Pàola Morillo Saaghy dijo...

"Ella lo abandonó, silenciosa".
Bonito.

Un beso fugaz,
;)

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Estoy con Tavares...
¿Y por qué se cansarán los hombres?
(Déjelo, será que estoy desencantada del género masculino...)
Un besito

JUACO dijo...

Muy bueno. Los mitos,al fin a y al cabo son mitos.
Pobre hombre,solo sin su barca,su remo,abandonado....
Muy bueno Fer.
Un saludo.

Diego dijo...

"Guarda el paso y las aguas de este río un horrendo barquero, Caronte; espanta su escamosa mugre. Tiende por su mentón cana madeja de abundante barba. Inmóviles las llamas de sus ojos. Cuelga sórdida capa de sus hombros prendida con un nudo. Él solo con su pértiga va impulsando la barca y maneja las velas y transporta a los muertos en su sombrío esquife. Es ya anciano, pero luce la lozana y verdecida ancianidad de un dios."
Eneida, VI, 298-304

Y ahora el original de este fragmento, porque vale la pena dejarse llevar por la música de esta poesía.

Portitor has horrendus aquas et flumina servat/
terribili squalore Charon, cui plurima mento/
canities inculta iacet; stant lumina flamma,/
sordidus ex umeris nodo dependet amictus./
Ipse ratem conto subigit, velisque ministrat,/
et ferruginea subvectat corpora cumba,/
iam senior, sed cruda deo viridisque senectus./
Aeneidos, VI, 298-304

Un abrazo.

 
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