Del potencial artístico de los supermercados
El reponedor -curiosa palabra- del supermercado aprovechaba las mañanas de los miércoles para componer esculturas con los yogures. Era un día en el que había muy pocos clientes. Tan sólo circulaban por los pasillos dos o tres parados comprando pasta y pan de molde y unas cuantas señoras muy madrugadoras que ambicionaban el primer pan de la mañana. Nada comparado a los mediodías de los sábados o las tardes de los viernes, una locura: daban ganas de dedicarse a la composición de poemas monosílabos o al tráfico de órganos. Los miércoles por la mañana, sin embargo, el paisaje era más bien discreto, como decíamos, así que el reponedor se dedicaba a expresar su creatividad con los lácteos.
Había descubierto las posibilidades de los yogures mucho antes, al poco de trabajar en el supermercado. Observó que la forma regular y el variado colorido de los envases poseía un gran potencial expresivo y él, un ser inquieto y de ánima blanca, nada decepcionante en una segunda cita, rápidamente pensó en presentar su proyecto al encargado de la tienda. Éste, un ser ruidoso, prosaico y de uñas astilladas, enseñó una sonrisa, pero no escuchó.
El reponedor tuvo que desarrollar su proyecto como se hacen las grandes obras: mintiendo. Y se las apañó para buscar cómplices en el pescadero y la chica de la fruta, seres nada ciegos y limpios de mugre. Cada miércoles por la mañana, distraían al encargado con preguntas sobre desodorantes, tarjetas cliente y ambientadores, y el reponedor se dedicaba a colocar desnatados sobre muesly, soja sobre trocitos de fruta, sabor a coco sobre mouse de limón. Los resultados no aumentaban las ventas, porque el miércoles por la mañana había muy pocos clientes, pero eran preciosos y tenían una gran acogida. La reacción habitual era el aplauso o el cumplido sincero, pero no pocos le escribieron panegíricos, publicados más tarde en Internet e ilustrados con fotos en formato jpg. Un día incluso una clienta le pidió matrimonio, cosa que él rechazo a sabiendas de que la mujer se estaba dejando llevar por la euforia al contemplar una obra de tal dimensión artística y espiritual.
Hasta que un miércoles por la mañana apareció por el supermercado un crítico. En paro, pero crítico al fin y al cabo. Tachó a las obras del reponedor de pretenciosas, sin ritmo y, lo que es peor, de colección de trilemas, cosa que debía de ser horrible, aunque nadie sabía muy bien qué significaba. Además, fue a hablar con el encargado, por lo que el reponedor fue despedido de forma inmediata.
Ahora es el crítico quien está trabajando de reponedor (curiosa palabra). Pero sus esculturas de cajas de cereales no merecen la visita, así que no pierdan el tiempo.
8 comentarios:
Las pretensiones siempre son una desmesura, un exceso, pero que pretensión no lo es finalmente.
Un abrazo.
José Roberto Coppola
Qué delicia de cuento, de verdad. Espero que mi comentario no te suene a panegírico (júrote que tuve que buscar su significado :$).
Ha habido una expresión que me sonó a gloria:
"un ser inquieto y de ánima blanca, nada decepcionante en una segunda cita"
Ummm, sólo por eso me valió la pena el resto... aunque me hubiera gustado saber qué fue del artista.
Besadetes.
Lo que demuestra que la interpretación del arte es individual, por eso mi confianza en los críticos es casi nula. Solo se lo que me gusta, el porqué es asunto mío. Un abrazo, me ha gustado tu relato.
¡Genial! ¡Aplausos! La ceguera de unos ante el arte de la vida, es la expresión de los otros ante el arte del fastidio.
¡¡¡No sé más que decirte!!!
Besos.
(Mientras cocino, hago muñecos con los calabacines y las patatas)
nadie le había dicho a ese hombre que con las cosas de comer no se juega??
A veces los críticos se pasan de listos. Hay personas con un talento especial.Lo bueno es lo bueno y punto,aunque a veces traten de intentar los críticos ir un poco más allá.
Un trabajo gratificante el de ese reponedor.
MUy bueno Fer.
Un saludo.
¿Qué sería el arte sin los críticos? Al menos, con ellos sabemos todo lo que el arte "no es".
Para ese mismo trabajo, en Argentina se usa la palabra "repositor". Es menos curiosa, sí, pero también menos atemorizante que "reponedor". Un abrazo.
Un crítico reponedor, un reponedor artista, una casadera que pierde la cabeza... ¡Es una locura de historia, Fer! Aunque qué esperaba... en este lugar la creatividad se escapa a chorros...
Un beso.
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