miércoles, 18 de julio de 2007

Compromiso

Las pupilas recuperaron el tamaño de pupila y allí estaba el espejo, teñido de tiempo. Bostezó y el bostezo provocó que la cabeza se convirtiera en una espiral de luz que le cegó el entendimiento, todavía demasiado joven, demasiado temprano. Cómo puede ser que las cuencas me estén matando los ojos –pronunció sujetándose con una mano en el mármol del lavabo y rascándose un muslo con la otra–; seguro que todavía estoy borracho. La boca parecía sin lengua, como la cueva de un dragón, y con el sabor de la cueva de un dragón que ha bebido demasiadas princesas. Cuando consiguió separar los sueños del cuarto de baño, se balanceó hacia su cepillo de dientes. Sintió que flotaba sobre el ruidito molesto que precede a las pesadillas.

No había cepillo de dientes.

Había cepillos de dientes.

Junto a su cepillo –verde, cerdas rojiblancas, lotengoquecambiar–, había un cepillo extraño –rojo, cerdas blancas, demasiado nuevo– que miraba rabioso. Con furia quebrantahuesos y un movimiento de máquina trituradora, abandonó su letargo de cepillo, se enderezó aún más y sepultó, con movimientos verticales de barrido, la durmiente placidez del cepillo verde. Una muerte instantánea: sólo quedaron trozos de plástico y cerdas desperdigadas. Él, todavía al borde de la noche, se frotó los ojos, se rascó el muslo.

Le vino un cosquilleo al cuello. El cepillo rojo sonreía, clavado en su yugular.

13 comentarios:

Leuma dijo...

Impresionante texto. Creo que la próxima vez que vea un cepillo de dientes rojo prometeré no acercarme por si acaso(era familiar de Drácula?), :), un beso

manuel_h dijo...

bien, no quiero ni pensar en los cepillos eléctricos!!

Anónimo dijo...

¡¡cepillos eléctricos!!

jajajajajjaa...

Anónimo dijo...

Puede ser aún peor: compartir el mismo cepillo! A mi me gustan esas noches en las que te lavas los dientes con el dedo acompañada de un "extraño" que te resulta tan familiar, pero hoy me pasaré el cepillo eléctrico y hasta el hilo dental, eso sí, podré beber directamente de la botella del colutorio.

Liška dijo...

jajaja!!.. y que será que llegado el momento todos encontramos ese cepillo rojo clavado en nuestra yugular... cuevas de dragones ;-)


Un precioso día Fer

Anónimo dijo...

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Fernando García-Lima dijo...

- Gracias, Leuma. Pues sí, hay cepillos de dientes (y dueños de cepillos de dientes) un poco vampiros. Un beso

- Manuel, Sweetcide... ¿Se limpian los androides con cepillos eléctricos?

- Rachael, compartir el mismo cepillo es un pelín "guaredida" :-P Libro recomendado: "El cepillo de dientes", de Jorge Díaz.

- Circe, precioso día, tienes razón, mejor no desaprovecharlo metiéndose en la cueva de un dragón. :-)

- Flexo, gracias por el ofrecimiento. Os visitaré.

Anónimo dijo...

Fer,

Lo siento!, ya se me ha vuelto a escapar ese dichoso cepillo rojo!!.
No es tan malo, pero, cuando lo sacas de su habitat, se vuelve algo agresivo más aún si coincide con otro de su especie y diferente tonalidad.
Si le miras directamente y le hablas flojito se calmará... entonces mételo en una caja mándamelo!!

Anónimo dijo...

Me encanta esta faceta tuya "oscura".

Me has hecho pensar en Stephen King y en su manera de abordar el género del terror: esto és, dotando de trascendencia a objetos corrientes en los que por regla general no repararíamos, tales como: un coche, una lata de cerveza, una casa... No sé te gusta la comparación. Es cierto que no es un maestro del género con mayúsculas como pueden ser Lovecraft o Poe, pero es un clásico moderno ;)

La foto me encanta, me ha recordado a la portada de mi Narraciones Extraordinarias de Poe: con un pergamino, un jarrón de cristal, estatuas, rosas, collares de perlas... y una calavera.

peregrina dijo...

Un disfrute querido Fer, te superas cada día, esa interrogación retórica ...Cómo puede ser que las cuencas me estén matando los ojos ? .... es brillante
Te abrazo y deseo un feliz día de la amistad.

Anónimo dijo...

Lo siento pero me ha venido un flash a la mente que ha asociado el cepillo rojo con el muñeco diabólico de Chucky.

Por qué? no lo se. Quizás por que tu relato ha hecho que me recorriese un escalofrío por el cuerpo, así como cuando veo el careto del muñequito.

También me plantea otra cuestión más profunda: ¿Por qué todos los hombres se empiezan a asustar cuando una mujer empieza a dejar sus objetos por la casa? (cepillo, peine, secador...)

Puedo entender lo que supone el sentimiento de invasión, pero nunca lo comprenderé.

En fin... imagino que como tantas otras cosas que los hombres nunca llegarán a comprender de las mujeres. :D

Me has hecho pasar un buen rato con tu relato.

adictaacruzarenrojo dijo...

Sí, para variar mi cepillo de dientes es rojo...pero ya lo tengo amaestrado...
Muy buen texto, si señorito...
Un beso rojo

Anónimo dijo...

El alcohol produce pesadillas, vuelve a mirar que seguro que ya no está, ni te ataca ni vuelve a estar.

 
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