Obras (in)completas
La escritora empezó el relato por decimosexta vez. "El funambulista chino miró hacia abajo", escribió. Era buena esa frase. Cuando se le ocurrió hace tres meses, se sintió tan orgullosa de su ingenio que llamó a la agenda completa del móvil para, con cacareada altivez, pedir opinión. Si al otro lado del teléfono alguno no se mostraba entusiasmado y acogía la magistral oración con indiferencia –algo que sucedió en doce ocasiones– la escritora decidía borrar su número, por mediocre. La sentencia era perfecta en su sencillez: sujeto+predicado; sólo un verbo transitivo y un complemento; tenía la exacta capacidad de seducción y la intriga suficiente, e, incluso, introducía un elemento exótico. Así se lo hicieron notar los 32 amigos restantes: la mayoría, eufóricos, y el resto, estupefactos ante una inventiva semejante.
Pero la escritora no había ido más allá de esa frase y la agenda de su móvil comenzaba a inquietarse. El funambulista chino no podía tener vértigo –por algo era funambulista. Sería tópico que se partiera el cable, demasiado fácil que decidiera suicidarse aquejado de una crisis vital, laberíntico que distinguiera a su esposa infiel entre la multitud que lo está observando, ridículo que un pájaro se le posara en la nariz.
El funambulista chino, cansado de permanecer en equilibrio, miró hacia abajo. Descendió del alambre y se acercó a la escritora.
Le relató el desarrollo de su historia hasta un final impecable. Se volvió a subir al alambre, miró hacia abajo y siguió esperando a que la escritora se decidiera, por fin, a aprender mandarín.
11 comentarios:
Aprender mandarín o andar sobre la cuerda floja que es todo un arte :)
La escritora pasó toda la noche escuchando como leían en voz alta su relato. ¿Un sueño? No, una pesadilla: se comían las comas, seseaban las sílabas y delineaban las líneas. Se lamentó de no haber tenido en cuenta la musicalidad de sus palabras. Se quedó merodeando en su cabeza el susurro entrecortado que dejaba escapar solo unos fonemas de los labios de aquel gran crítico.
Pero esta vez sí, nadie leyó entre líneas.
Yo veo más asequible aprender mandarín que a andar sobre la cuerda floja. Siempre he sido un patoso.
Serotonina, me tienes que explicar con detalles tu continuación tan personal del relato de la escritora. Soy incapaz de leer entre líneas. :-)
Yo creo que la clave de la escritoria hubiera estado en guardarse la frase genial "El funambulista chino miró hacia abajo" para el final del relato. Hubiera sido una obra (in)complenta (con paréntesis) de verdad.
a.
Doy fe de lo patoso. Acabas de "tropezar" con alguien indeseado :P
Para patoso, yo. Desde hace unas semanas, sueño que estoy en rascacielos muy altos y miro hacia abajo. Nunca sé si caigo, pero el vértigo es terrible, sobre todo, cuando intento cruzar puentes de cuerda entre el Empire State y la torre Chrysler(!). Me encantaría soñar que aprendo mandarín.
miró hacia abajo porque estaba enamorado del suelo..por eso se subía a las alturas, para alejarse de el o para que cuando lo alcanzase se quedase con él parasiempre.
Dave, mooooola cruzar puentes de cuerda entre el Empire State y el Chrysler, me encantaría probarlo. Desde luego, veo que vivir en la Gran Manzana ha calado hondo en tu subconsciente. No es para menos. Start spreading the news, I'm leaving today, I want to be a part of it...
:-)
Lo que pasa, Lila dit ça, es que a veces los suelos son de goma.
De momento este relato y el anterior son los que más me gustan del blog. Y no me gusta eso de que lo suelos sean de goma jejeje
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