Hoy, como todos los domingos, me he levantado temprano y
he ido a comprar el periódico con el chándal encima del pijama. En realidad mi
pijama tiene pinta de chándal y mi chándal tiene pinta de pijama, pero no
podría soportar el qué dirán y, por si acaso, disfrazo mi nocturnidad de
deporte.
En fin, que he comprado el periódico y ya en casa, de
nuevo en pijama visible, me he percatado de que las páginas estaban llenas de
haches mayúsculas. Me he indignado inmediatamente, por supuesto. Me he vuelto a
poner el chándal y he bajado a cambiar el diario, a pesar de que el suplemento
–un especial de Moda muy sugerente– parecía de lectura entretenida. El
quiosquero no ha dicho nada ante mi desplante y se ha limitado a señalar el
resto de periódicos con indiferencia.
Los he mirado con tranquilidad, parándome en cada portada
y abriéndolos por la página 2, por la 28 y por la 34. Haches mayúsculas por
todas partes, en titulares, entradillas y cuerpos de la noticia, en pies de
foto y frases entrecomilladas, en forma de desafiantes capitulares y grotescas
negritas; haches mayúsculas en columnas, reportajes y artículos de opinión; en
Internacional, Nacional, Deportes e, incluso, en la programación televisiva.
Una gran hache mayúscula entre líneas.
Así que he acabado de hojear el último de los periódicos,
ése que nadie lee, y me he comprado la Cuore. Pensándolo bien, combina mucho
mejor con mi chándal.