martes, 29 de abril de 2008

Palabras


"Después de miles de millones de años,
mucho después
de que los dinosaurios se extinguieran,
llegaba a este lugar.
Lo acompañaban otros como él,
erguidos como él
(como él, probablemente, algo encorvados).

A partir de onomatopeyas ,
de monosílabos, gruñidos,
desarrolló un sistema de secuencias sonoras.
Podría así memorizar sucesos del pasado,
articular sus adivinaciones,
pues el presente -él lo intuía- no comienza ni finaliza
en sí mismo, sino que es punto de intersección
entre lo sucedido y lo por suceder,
llama entre la madera y la ceniza.

Los sonidos domesticados decían
mucho más de lo que decían
(originaban círculos concéntricos
-como la piedra arrojada al agua-
que se multiplicaban, se expandían,
se atenuaban hasta regresar a la lisura y el sosiego):
y todos percibían su esencia misteriosa
que no sabían descifrar.
Con reverencia temerosa
escuchaban mensajes tan incomprensibles
como los de la llama, la ola, el trueno
(tal vez con la misma inquietud con que escuchamos al doctor
que diagnostica nuestro mal
utilizando tecnicismos nunca oídos,
de manera que no sabemos
si -impasible y profesional-
es nuestra muerte lo que anuncia
o es la vida).

Nadie comprendió entonces sus palabras.
Por eso andan, ahora, las palabras
pasando por los vientos,
ávidas de que alguno las recoja
siglos después de pronunciadas.
Y aquí están aguardando que alguno las escuche,
aquí en el lugar mismo en donde fueron pronunciadas,
aquí donde confluyen
Broadway y la Séptima Avenida.
Fue aquí donde él me vio,
donde narró la crónica
de este instante en que estoy evocándolo.
Aquí, entre anuncios luminosos,
en la ciudad de Nueva York".

De José Hierro, Cuaderno de Nueva York

jueves, 24 de abril de 2008

Por el camino de Sants (Clásico revisitado número 13)


En el mismo instante en que aquella tinta negra, con ese sonido a impresora anticuada, tocó mi cuerpo, me estremecí, fija la atención en algo extraordinario que estaba sucediendo en mi interior. Un placer delicioso me invadió y me aisló del bullicio de la estación de Plaça de Sants. Dejé de sentirme mediocre, contingente y acartonada. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Intento volver a hacerla aparecer de nuevo. Regreso con el pensamiento al momento en que esa línea de texto se fijó en mi reverso. Y me encuentro con el mismo estado, sin claridad, sólo la leve negritud de los caracteres de un código indescifrable. Pido a mi alma que haga un esfuerzo y rememore esa sensación fugaz. Y, para que nadie ni nada la interrumpa en esta tarea, la encierro y protejo mis sentidos de los estímulos de la estación.

Tapono mis poros, hago el vacío, pero me invade el cansancio. Pongo cara a cara a mi alma con el sabor añejo de la tinta, con sus taninos metálicos y ese colorante –¿toluol o xilol, quizás?– que vuelve a paladar con un retrogusto potente. Me viene un rumor del pasado, demasiado profundo; tengo que aguzar el oído. Palpita el recuerdo, dentro de mí se crea una imagen difuminada de otra estación de metro, de otras gentes y otros sonidos. De una voz anunciando estaciones y de un tacto fuerte aferrando mi cuerpo. La lucha, sin embargo, está lejos: sólo son siluetas y reflejos sin definición debatiéndose en mi conciencia, colores y formas que parecen perfilarse como un álbum de fotos amarillentas.

¿Llegará a formarse una imagen transparente de ese instante antiguo que la conciencia ha ido a buscar tan lejos? No sé qué decir, porque ahora mismo ha desaparecido. Se ha desvanecido. Fuerzo a mi alma de nuevo y parece que algo se reconstruye en el interior de mis ojos. Incluso, cuando ya vencido me pongo a pensar en las obligaciones de hoy, me vuelve un olor familiar que recupera por un momento la evocación.

Pero es inútil. El recuerdo no surge, al menos con la nitidez esperada. Y es que lo que nos diferencia a un bono de diez viajes y a un narrador proustiano es el hecho de que mi voluntad no es suficiente para forzar al hipocampo. Y, como trozo de cartulina que soy, no tengo magdalenas a mano.

domingo, 20 de abril de 2008

Placer

A la pornstar le gustaba que le practicaran sexo oral mientras leía citas del Ulises de Joyce (edición de Lumen y traducción de José María Valverde). En realidad era la única forma en que llegaba al orgasmo. Solía escoger el fragmento en el que Leopold Bloom recibe la carta de esa misteriosa mujer y la flor y el noolor, con el que el clímax era inmediato, y las vísceras también le gemían y lloraba sin lágrimas. También era la única manera mediante la que soportaba la lectura de Joyce. Una vez, en un rodaje, le propuso al director incorporar el libro en un ménage à trois -ella, él y Leopold Bloom. Pero no la entendieron. Un actor incluso eyaculó sobre las páginas 246-247, en un gesto de desprecio, diciéndole que él sólo accedería a compartir su cama con Faulkner. Ahora la pornstar se ha pasado al sado. Y lee a Proust, recordando con añoranza sus orgasmos joycianos.

miércoles, 16 de abril de 2008

Anestesia primaveral





Necesito ideas para combatirla, como ésta.




Jo cant sa lluna i s´estrella, sa jungla i es bosc animat,
es tren, es vaixell, s´avioneta i es teu submarí aquí aparcat.
Jo cant es cafè i sa galeta quan dius "tu podries ser meu".
Què sexi, què dolça i què freda, wa yeah!

Sa zebra que passa un semàfor i com se desmunta un bidet,
Cosmètics i Margaret Astor, ja se com s´escriu Juliette!!!
Jo cant sa rosa i es cactus i moltes més coses també,
Un llapis d´Ikea, un pistatxo, wa yeah!

Què divertit lo que escric quan estic avorrit,
Per exemple es teu cos, es jersei destenyit,
Es carrer blanc de sol,
Es meu cos a damunt (per exemple) es teu llit,
De penombra i llençols amb es termo espenyat,
Per exemple adormits.

Jo cant sa lluna i s´estrella, sa jungla i es bosc animat,
Es tren, es vaixell, s´avioneta i es teu submarí aquí aparcat.
Jo cant sa fruita vermella i quan acabi riuré.
Calàpets, nenúfars, princeses, wa yeah!


Antònia Font, Wa Yeah!

P.S. Como siempre, la traducción para los no catalanoentendientes, en los comentarios.


sábado, 12 de abril de 2008

Sobre la existencia de las mujeres que vuelan

“Las mujeres voladoras no existen, sólo vuelan impulsadas por ese ansia de ser queridas, vuelan sólo con decisión, con rumbo conocido... y siempre con los pies en el suelo.”

Comentario anónimo (véase Jornada de reflexión)


En algunos lugares, a las mujeres que vuelan las llaman ovnis.

Una se creyó que volaba y en realidad lo que hacía era levitar.

Había otra que comenzó a evaporarse. Tampoco eso era volar.

Dicen que hubo una que subió al cielo en cuerpo y alma.

Y una vez una decidió suicidarse y se casó con un hombre terrenal.

Las mujeres que vuelan, ¿llevan también la ropa interior por fuera?

Yo, una vez, conocí a una, pero resultó ser una pájara.

Cuentan que un hombre quiso salir con una mujer voladora y para ello se fabricó unas alas de cera, pero se acercó demasiado al sol y se cayó.

Cuentan también que un hombre le robó las alas a una mujer voladora. Las tiene en su casa, junto a los trofeos de caza.

La mujer voladora, harta de los admiradores de Girondo, bajó a la tierra y se olvidó de volar.


P.S. Quiero más frases. ¿Alguien se anima?


lunes, 7 de abril de 2008

Cambios drásticos


“Com que és diumenge i s’avorreix, l’Abel decideix fer-se homosexual. Es posa uns texans i una samarreta cenyits, es perfuma amb dos centilitres de colònia i surt al carrer. Assegut a la terrassa d’una cafeteria cèntrica, contempla la fauna masculina. En trenta-dos anys no s’ha mirat cap home i de seguida comprèn per què: és molt més agradable observar les dones. La prova és que s’ha d’esforçar per evitar que la mirada se li aferri als turmells d’una noia o a uns pits extraordinaris afavorits per l’estratègia d’un top. Amb dos cafès i una bona dosi de força de voluntat, aconsegueix concentrar-se exclusivament en els mascles. Aviat se’n fa una idea: no n’hi ha cap que li agradi”.

La música clàssica, Sergi Pàmies (fragmento)

P.S.: la traducción al castellano para los no catalanoentendientes, en el segundo comentario.


viernes, 4 de abril de 2008

Puntos débiles (Clásico revisitado número 12)

"Si tu lengua es meteoro
Que la mía sea de cristal.
Si tu lengua es meteoro
Que me mande unas palabras para hacerme tiritar"


Iván Ferreiro


El arquitecto se estrechó la mano con los promotores, salió de la reunión y, en silencio, soltó una carcajada. Emprendió el camino a casa conduciendo al azar, esperando a que el dolor de cabeza se desvaneciera por sí solo. Aquello merecía una copa: excepto un par de cambios en la memoria de calidades (alicatado y grifería), habían aprobado el proyecto por completo. Y sin sospechas.

Desde el primer momento, aquellos tipos sólo le habían despertado desconfianza. "Te pongas como te pongas, tendrás que aceptarlo", le advirtió su socio. Era una época ciclotímica, parecía todo destinado al caos, y aquello les había llegado de la nada; un proyecto colosal, de 84 niveles con una superficie total de 119.952 kilómetros cuadrados y sin limitaciones de presupuesto. Escasa libertad creativa, eso sí. "No se puede tener todo", matizó con resignación su socio.

A mitad del desarrollo, la imposición de los paneles solares de acero quadanio le pareció extraña, pero la incorporación a posteriori de las 15.000 baterías turboláser le acabó de sacar de dudas: aquella gente no era trigo limpio. El colmo fue lo del rayo superláser de parabólica cóncava. Una barbaridad.

Su socio, además, estaba cada vez más raro. Como sombrío. Así que tomó la decisión a sus espaldas. Un error estructural no pasaría las inspecciones, pero nadie descubriría esa pequeña apertura de dos metros de diámetro.

martes, 1 de abril de 2008

Perdido

"Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro. El verano se adelantó. Puse la cama cerca de la pileta de natación y estuve bañándome, hasta muy tarde. Era imposible dormir. Dos o tres minutos afuera bastaban para convertir en sudor el agua que debía protegerme de la espantosa clama. A la madrugada me despertó un fonógrafo. No pude volver al museo, a buscar las cosas. Huí por las barrancas. Estoy en los bajos del sur, entre plantas acuáticas, indignado por los mosquitos, con el mar o sucios arroyos hasta la cintura, viendo que anticipé absurdamente mi huida. Creo que esa gente no vino a buscarme; tal vez no me hayan visto. Pero sigo mi destino; estoy desprovisto de todo, confinado al lugar más escaso, menos habitable de la isla; a pantanos que el mar suprime una vez por semana.
Escribo esto para dejar testimonio del adverso milagro. Si en pocos días no muero ahogado, o luchando por mi libertad, espero escribir la Defensa ante Sobrevivientes y un Elogio de Malthus. Atacaré, en esas páginas, a los agotadores de las selvas y de los desiertos; demostraré que el mundo, con el perfeccionamiento de las policías, de los documentos, del periodismo, de la radiotelefonía, de las aduanas, hace irreparable cualquier error de la justicia, es un infierno unánime para los perseguidos. Hasta ahora no he podido escribir sino esta hoja que ayer no preveía. ¡Cómo hay de ocupaciones en la isla solitaria! ¡Qué insuperable es la dureza de la madera! ¡Cuánto más grande es el espacio que el pájaro movedizo!"

Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel (fragmento)

 
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