martes, 30 de diciembre de 2008

Kafkianas Exprés



- En mi pueblo había un hombre que tenía la facultad de convertirse en maleta. Esta habilidad, en principio superflua e inútil, le permitió ver mundo.

- El archiduque se fue solo a un club de intercambio de parejas y conoció una marquesa que, a su vez, estaba con un conde que follaba de forma descontrolada con una baronesa. Es que tampoco aquí hay nada nuevo, dijo, y se volvió a casa.

- La muerte se estaba planteando el futuro como muerte. Luego recordó que era la muerte y siguió planteándose el futuro de los demás.

- La princesa durmió como un tronco. Resulta que alguien le había cocido el guisante.

- Erase una vez un cocinero que decidió cocinarse a sí mismo. Al descubrir que estaba soso, se puso a preparar oposiciones para policía nacional.

- El elefante miró hacia atrás y se convirtió en estatua de sal. Luego el viento se lo llevó, cosa que no podría haber hecho de haber seguido siendo elefante.

- Esa mañana, precisamente, a Narciso le había salido una espinilla, algo que no pueden controlar ni los dioses.

- Después de tantos años callado, el silencio pronunció una palabra se puso a preparar oposiciones para guardia civil.

- Colorín colorado descubrió que el verde le sentaba mucho mejor y se cambió de cuento.

- Al escritor de la biblia por fascículos se le acabaron las ideas. Entonces se le ocurrió el Apocalipsis.

- El hombre de mi pueblo que tenía la facultad de convertirse en maleta se cansó de ver mundo y se volvió al pueblo donde, dijo, se hacían mucho mejor las cosas.


P.S. Éste es un post interactivo. Se admiten kafkianas ajenas.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Navidad

Ese año, la Navidad no llegó el 25 de diciembre, sino que se quedó en su casa. Harta de tantas bolas, tantas luces, los regalos, el turrón, los polvorones y la zambomba, decidió hacer unos cuantos litros de caldo de verduras –cebolla, apio, zanahorias, puerro, perejil y algunos dientes de ajo sin pelar-, se puso la bata más roída que tenía y se sentó delante de la televisión, dispuesta a que pasaran los días de la forma más aséptica posible. Por dios, a quién se le había ocurrido asociar su existencia con esos villancicos que apestaban la atmósfera de las tiendas, y con aquella horrible cantinela de los niños de San Ildefonso. Odiaba que se la culpara de la muerte de tantos pavos, gambas, langostinos. Despreciaba el invento del huevo hilado (de dónde diablos sale eso, virgen santa). Se asqueaba con las absurdas tradiciones de los calcetines en la chimenea, la limpieza de zapatos y los cubos de agua para los camellos. Qué estupideces.

Pasó cuarenta y ocho horas viendo programas de testimonios, galas benéficas y vídeos de cámara oculta y sólo paró para dormir y servirse más caldo de verduras. Luego pensó ya se habrá pasado todo, y abrió las persianas. Echó un vistazo al exterior. Fuera, ahí seguía todo. Las luces, los regalos, el turrón, los polvorones y la zambomba. Y las bolas.

Había desaparecido, ese año había decidido no hacer acto de presencia y les había dado igual. Nadie se había dado cuenta. Así que cerró las persianas y comenzó a escribir su carta de dimisión. O de suicidio, ya lo decidiría más tarde.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Nochebuena

Estimado Sr. Gaspar:


De conformidad con lo establecido en el art. 53.1 a) del Estatuto de los Trabajadores le comunicamos que procedemos a la extinción de su contrato con Magical Kings Ltd, en base a lo establecido en el art. 52 c) del Estatuto de los Trabajadores, Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo, al existir la necesidad objetivamente acreditada de amortizar su puesto de trabajo por alguna de las causas previstas en el art. 51.1 ET, y en concreto por lo que a continuación se dirá.

Los motivos o causas en los que se fundamenta la presente decisión son de carácter económico. Hemos de indicarle que, como Vd. conoce, nuestra empresa viene sufriendo una situación desfavorable que se ha ido agudizando hasta el día de hoy. Es por ello que nuestro negocio es insostenible en las circunstancias actuales, tal y como reflejan las cuentas económicas (véase documento adjunto).

Nuestra empresa, dedicada al estímulo de la ilusión de los niños y los adultos a escala planetaria, se mantenía gracias a los márgenes comerciales que reportaba la venta de mirra en el mercado del Este de Europa. En la actualidad, con la atención del público desplazada hacia la Nintendo Wii y la competencia desleal que hemos sufrido a manos de Saint Nicholas and Co., tales ingresos han dejado de existir.

Siendo inviable la continuidad en el mercado en las circunstancias actuales, nos hemos visto en la necesidad de reducir la estructura fija de la empresa, debiendo por ello proceder a la extinción de su contrato al amparo del art. 52. c) del ET, por tratarse de una empresa de menos de 5 trabajadores.

Por todo ello, esperamos comprenda las razones que nos llevan a tomar esta medida que supone la amortización de su puesto de trabajo. Le comunicamos que Magical Kings Ltd. queda a su disposición para facilitarle los datos o explicaciones que considere necesarios.

Asimismo, quedará a su disposición, a partir de hoy, la liquidación final de partes proporcionales, saldo y finiquito.

Le agradecemos que firme la copia de la presente carta para simple constancia de la misma.

Atentamente,

La dirección de Magical Kings Ltd.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Desayunos

A él le gustaba exprimir naranjas mientras ella lo observaba desnuda desde la puerta de la cocina. Lo hacía hasta que el zumo rebosaba, inundaba la encimera y caía al suelo. Luego se derramaban sobre el zumo.

Eso sólo lo hacían los domingos.

Los sábados ella le daba bizcochos mojados en café con leche y no había zumo de naranja en el suelo. Tampoco mantequilla. Ella le comía los restos de bizcocho de las comisuras de los labios y follaban sobre migas dulces de bizcocho y amargas de café.

No le daba tiempo a despertarse los viernes y él ya la estaba sorprendiendo en la cama con beicon y mermelada de ciruela. Después muchas sábanas y orgasmos sin parpadeos. Ayer fue jueves y les tocaba enredarse entre tortitas de avena y aceite de oliva virgen, aunque, desde hace tiempo, los miércoles ya no los consagran a desayunar pupilas con tostadas y vello púbico. Ni mandarinas. Tampoco los martes son para comer huevos fritos y cereales sobre un sofá de sonidos líquidos y sólidos. Ni churros con azúcar.

Desde hace tiempo sólo hay lunes y café solo con sacarina desde las secciones de deportes y cultura. Él sigue exprimiendo naranjas, esperando que ella, desnuda, lo observe desde la puerta de la cocina. Pero dicen que ella ahora desayuna, con otros, sexo cítrico y restos de bizcocho. Y churros sin azúcar.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Edipo hoy (Clásico revisitado número 16)

Edipo, sigues siendo un buen hombre en la paz, pero en la guerra te haces vil e inhumano. Mátame si eso es lo que te place. Sin embargo, te aseguro que así tu espíritu no alcanzará la armonía.

Hasta ahora nunca he hablado y, si no dije palabra, era porque mi silencio preservaba la paz. Lo que saliera de mi garganta podía perjudicarnos a todos. Sabía la verdad y me la he guardado, provocándome heridas que jamás serán curadas. Desconoces hasta qué punto puede ser dañino un secreto que no ha sido desvelado ni a un sacerdote cristiano, ni a un sordomudo analfabeto, ni a una bestia de las de tu granja. Sólo Zeus sabe, pero no por mi boca indiscreta.

Pero ha llegado la hora de confesar lo inconfesable.

Nos estamos muriendo todos. Las madres ya no dan leche, las calles se pudren, el color del cielo es de un eterno rojo crepuscular. Las langostas se comen las piedras porque las plantas ya no dan fruto. Sólo queda guerra. Y tristeza. La muerte ya no espanta: es común.

Edipo, estás ciego. Escucha mi secreto. Es demasiado cruel para decirlo o para oírlo, pero ya es tiempo. Yocasta... ella no merece tu desprecio. Te ha faltado valor para aceptarla y hombría para seguir el dictado de tu instinto, igual que careciste de arrojo cuando te encontraste con aquel anciano de Fócida. Ahora sabes que era Layo, que era tu padre, y no le mataste. También reconoces a Yocasta como madre y, aun así, renuncias a compartir tu lecho con ella. Y ahora que deberías sacarte los ojos tiras tu espada al suelo.

Dioses, ¿éste es el Edipo que nos queda?


jueves, 11 de diciembre de 2008

Azul

Para el príncipe azul el domingo era día de golf. Se olvidaba de bellas princesas y de terribles dragones y se enfrentaba con el par del campo.

Su turno, majestad, le dijo el caddie con aquella voz de funcionario resfriado que le confería una autoridad insólita para gente de su ralea. Y, sin pensárselo demasiado, le acercó el sand wedge, a lo que el príncipe azul contestó con un gesto de resignación.

Ese domingo, sí, se encontraba en una situación comprometida. Su pelota yacía en una trampa de arena. Más que yacer, estaba sepultada, escondida, constreñida por toneladas de materia blanca que amenazaban con devorarla si su próximo golpe no era perfecto. Tenía que golpear la pelota desde abajo, y con decisión, olvidando la presión que le infundían las miradas de los otros. Fuck you, príncipe verde y príncipe rojo.

El príncipe azul calculó el golpe demasiadas veces. El sudor comenzaba a hacer un pequeño charco en la arena. Dios, la pelota se evaporaba, desaparecía en el barro blanco, tenía que pegar el golpe ya. Ánimo, majestad, le dijo el caddie.

Realizó el movimiento con la técnica idónea, con la fuerza apropiada y la convicción necesaria. Le quedó un golpe de manual, salvo por el detalle de que el palo se hundió en la arena y no llegó a tocar la pelota. Un polvo níveo se esparció por el aire. La pelota reposaba intacta en lo más fondo del bunker. Y entonces llegaron las risas.

Señor, no se preocupe. Yo mismo me encargaré, le dijo el caddie con aquella voz de biblioteca, con aquel tono fantasmal que le confería un aura terrible para gente de su alcurnia. Y, sin pensárselo demasiado, sacó de la bolsa la nueve milímetros y le colocó el silenciador.

Fuck you, príncipe verde y príncipe rojo. A partir de esta noche, nadie más sabrá de vuestra existencia.


Más Días Azules en Mi matadero clandestino y Contraportada.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Otakus (Kafkiana número 10)

Al entrar en la habitación, mi hijo ya no estaba. En cambio, ante mis ojos apareció un gigantesco Maneki Neko que movía su pata izquierda. Arriba y abajo. Incansablemente. Mi primera reacción, después de liberarme de ese hipnótico balancear que me cautivaba, fue gritar. Y me estremecí entre escalofríos. No sabía si estaba más aterrorizada por la desaparición de mi hijo o porque hubiera surgido de la nada, y en medio de su dormitorio, aquel monstruoso gato de cerámica. Mi esposo llegó corriendo y dejó escapar un chillido grave que se mezcló con el sudor que le caía por la frente. Se quedó lívido.

Meses después, recordamos ese momento con cierta ironía. En un vecindario tan unido como el nuestro, esos alaridos provocaron un crepitar instantáneo por todo el edificio, cuyos habitantes se arremolinaron delante de nuestra puerta (3º B). Estimulados más por la curiosidad que por la alarma, acudieron en masa a ver qué había pasado y sólo cuando les dejamos pasar se disolvió el atasco de la escalera, hasta ese momento colapsada por gentes ávidas de conocimiento. Ahora que todo el mundo se ha acostumbrado a este magnífico animal de porcelana que ocupa tres cuartas partes del dormitorio de mi hijo, esa reacción se me antoja exagerada. Seguro que aquello sucedió porque es de todos sabido que este tótem oriental atrae las visitas y, siendo tan magnas sus proporciones, el magnetismo fue igualmente desaforado.

Sin embargo, hoy, aunque el ritmo de curiosos es menor, seguimos teniendo (día sí, día no, con descanso los domingos y festivos) un volumen de visitantes exagerado para tratarse de una casa particular. Y empiezo a sospechar que todo ha sido una pataleta de mi hijo. Una reacción típica de adolescente la de convertirse en gato de la suerte. Mañana mismo, después de romperlo en trocitos y tirarlo a la basura, pienso quitarle Internet.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Amarga Navidad



Vamos, se te hace tarde.
En las despedidas me queda en la boca un extraño gusto a madrugada. Tal vez porque cuando me fui de mi casa fue muy temprano, por la mañana, y mi madre me dio un abrazo que me mojó las mejillas de lágrimas. Desde entonces las madrugadas saben a sal y las despedidas a madrugadas. También cuando se llevaron a mi padre al hospital fue de madrugada. Lloré, no mucho, y me supo a sal. Después ya no lloré más.
Ahora te vas tú, pero no me dejas con este sabor a sal de madrugada.
Es curioso que hayas elegido esta fecha para marcharte, sabiendo que la tristeza de diciembre te puede hacer competencia y tú nunca has sido de sentimientos compartidos. Ahora el dolor no es sal y se difumina entre las sonrisas ajenas y los recuerdos de enfermedad e hipocresía, los petardos y las luces intermitentes. Ahora el dolor sólo es amargo, no es sal. Vamos, se te hace tarde. Vete. Se te ha quedado una mueca extraña, fea. Antes, cuando me tocabas, te sentía las yemas de los dedos congeladas. Estabas demasiado ocupada, también para odiar. Me hacía daño ese tacto tardío y seco, pero me daba igual. Ahora te vas y te siento cercana y cálida, con el insólito aspecto de amante entregada, con tiempo para odiar. Y para tocar sin ese tacto gélido, tardío y seco.
No me sorprende en absoluto. Vamos, vete. Déjame con esta Navidad, más dulce y amarga que nunca, sin sal, que dejará un año nuevo sin nubes ácidas, sin pasiones frías, sin tu desprecio.

 
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