Kilos
- ¿Si pesara trescientos kilos me seguirías queriendo?
Bam. La pregunta de las vacaciones. Precisamente hoy, que se me acaban y que empiezo a ver cómo se abre el ascensor en la planta doce y que me ciega aquel resplandor blanco de lo que hay que hacer y que tú desaparecerás casi todo el día y que te veré cansada y aparentemente seria y terriblemente bella y que luego volverás a desaparecer.
Precisamente hoy, me haces esa pregunta.
- ¿Si pesara trescientos kilos me seguirías queriendo?
Ante mi silencio, repites. Ya te escuchado, aunque me falte la función fática en los gestos y tenga la memoria corta y el entendimiento poco capaz, pero a veces prefiero precipitarme a la tumba antes que contestarte. Como aquella vez que arqueaste las cejas y me interrogaste sobre filosofía alemana o cuando te dio por repasar los fundamentos teóricos de tus preocupaciones más genuinas.
- ¿Si pesara trescientos kilos me seguirías queriendo?
Sé, cariño, que se te ha ido la mano con el jamón este mes, pero para qué están las vacaciones si no. Te miro y remiro y pienso en las gambas, las navajas y chipirones, los solomillos de ternera y aquellas botellas de vino en los merenderos de mediados de agosto, y en lo felices que brindamos por Orwell con cava extremeño, que era lo único que había. No estaba mal, por cierto.
- ¿Si pesara trescientos kilos me seguirías queriendo?
Te respondo por fin, por huir del modo interrogativo y calmar la ansiedad y la generación de ficciones inútiles.
- Si te quiero con cuatrocientos, te querré también con trescientos. El amor no se disuelve en la grasa.
2 comentarios:
Escribes poco, pero es tan bueno cuando lo haces...
Por un momento pensé que arriesgarías tu vida, pero fuiste muy hábil en tu respuesta.
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