martes, 30 de agosto de 2011

Septiembre

No quiso ir a trabajar y se quedó en la bañera.

Nadie le había dicho que a las tres horas comenzaría a disolverse como una pastilla efervescente, y eso fue lo que pasó.

De ella quedaron unas burbujitas muy pequeñas, diminutos suspiros que dejaba escapar el agua y que recorrían el líquido de norte a sur.

1 comentario:

Magrathea. dijo...

Si tan sólo tuviera una bañera.

Ahora ni disolverme podré.

 
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