Septiembre
No quiso ir a trabajar y se quedó en la bañera.
Nadie le había dicho que a las tres horas comenzaría a disolverse como una pastilla efervescente, y eso fue lo que pasó.
De ella quedaron unas burbujitas muy pequeñas, diminutos suspiros que dejaba escapar el agua y que recorrían el líquido de norte a sur.
1 comentario:
Si tan sólo tuviera una bañera.
Ahora ni disolverme podré.
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