Tos
Por aquella época me daban muchos ataques de tos.
Y lo mejor, me dijo el médico, era no toser, porque “si tose usted, se irritará la garganta y toserá mucho más”.
Entonces lo de la tos es como el rascar, le contesté.
Exacto, replicó.
Pues nada, a no toser. Como si fuera tan fácil, pensé.
Cuando salí de la consulta del médico, me empezó a picar la garganta, claro. Era obvio que iba a pasar. Eché mano de la botella de agua que siempre llevo en la mochila y aquello se serenó por unos momentos. Pero fue una sensación tan perecedera como ilusoria: el cuerpo me reclamaba a gritos una generosa y, a ser posible, escandalosa expectoración.
Tragué saliva y, cuando mis fluidos pasaron por la glotis, el cosquilleo se hizo insufrible y pensé que estaba todo perdido. No obstante, cerré los ojos y controlé el espasmo concentrándome en el aire respirado. Tranquilo. Relajado. Aspirar. Expirar.
El aire, sin embargo, empezó a acariciar con la delicadeza de una pluma de oca el centro de mi tos, fuera el que fuese, provocándolo con la fuerza del deseo carnal. Un ciclón giratorio amenazaba mi organismo desde el paladar a la tráquea y convertía el oxígeno en un alambre de espinas. Me sentía con las facultades humanas aniquiladas. Habría preferido la muerte a sufrir ese metal fundido que me atravesaba.
Así que no tuve más remedio y tosí. Tosí de forma descomunal, poética, cuatro, cinco veces, con tanto vigor que no hay onomatopeya posible para reflejarlo en este texto. Ni cof, ni cough ni nada que ver. Tosí y la masa compacta que hasta ese momento cubría mi garganta se desprendió violentamente y salió por mi boca en forma de esputo. Me sentí en metamorfosis.
Cuando recuperé el centro de gravedad, observé asombrado que de lo vomitado emergía un extraño ser.
Ni una flema ni un salivazo. Era una hipoteca subprime.
La vi unos segundos nada más, porque se levantó y, al sentirse libre, salió corriendo.
Quiero pensar (y deseo) que eso no fuera el principio de todo. Pero tengo dudas, así que tosan ustedes. Tosan libremente. No le hagan caso a su médico.
6 comentarios:
Me parece mejor receta la tuya que la del médico. (También mejor que las medidas del gobierno)
Hipotecas subprime.
Todo lo que sucede se resume en la estrepitosa caída de un sistema, pero eso sí...los costos son de los ciudadanos.
Ajuste a la orden del día.
Gracias por dejar tus huellas en mi blog.
Te beso desde Argentina
jajajaja, tenías la hipoteca en la garganta???? jajajaja, suerte la tuya, yo la tengo en cada uno de los poros de la piel.....sudando mucho igual la libero????.
Probaré.
Besos
Ya conozco esas hipotecas que se ta agarran al pecho y no las puedes soltar.
Te despiertan de noche, no dejandote descansar. Trabajas pensado en ellas, y justo te atacan con fiebre los fines de semana, no dejandote salir de casa.
Los medicos saben menos de éso. La conciencia popular es más sabia y suele decir que las pillas "por dormir con el culo al aire"
Oido cocina. ¡A toser!
Tenemos una extraña forma de no querer oír al organismo. Y claro luego pasa lo que pasa.
Besos de vuelta
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