sábado, 25 de febrero de 2012
domingo, 19 de febrero de 2012
Mi novia es táctil
Tengo nueva novia. Y es táctil. Como el iPad.
La conocí por Internet, en un chat de dietas exprés, de ésas
con las que es posible adelgazar 20 kilos en un par de meses como si nada. No
es que me haga falta, pero siempre me ha gustado fantasear con la posibilidad
de desaparecer, y el adelgazamiento instantáneo es lo que noto más cercano a la
inmaterialidad provocada. Por eso frecuento este tipo de entornos malsanos y
mis últimas novias han sido más bien tirando a gordas; o gordas, directamente.
Hasta ésta. Es decir, también es gorda; muy gorda, de
hecho.
Pero es diferente, porque es táctil. Como el iPad.
En justicia, también hay que añadir que es bastante fea: lo
peor no son esos pómulos hundidos y bañados por las secuelas de una viruela mal
curada, ni sus ojos, de roedor minúsculo y con un ligero principio de
estrabismo que más que seducir, despista; ni los paquidérmicos pabellones
auditivos; en realidad concluí que la fealdad era su característica más notable
cuando me percaté que la nariz tenía el tamaño y la forma de un calabacín
pequeño. No me di cuenta inmediatamente, porque las capas de maquillaje marrón
que obstruían la respiración de su epidermis distrajeron mi atención hacia la
enorme cicatriz de la frente (un lifting casero, sin duda).
Su personalidad tampoco va conmigo, porque es
superficial, caprichosa, mandona, reprimida y sabelotodo; y este último defecto
lo explota de forma exagerada a pesar de su absoluta incultura en todos los
temas ajenos a las comedias románticas protagonizadas por Jennifer Aniston. El
sexo conmigo, además, le da asco, algo de lo que me percaté la primera y única vez
que nos acostamos, y ahorro detalles escatológicos.
Además, creo que es de derechas, aunque todavía no lo he
confirmado.
Pero daría igual, porque es táctil. Como el iPad.
sábado, 11 de febrero de 2012
Qué extraño
Qué extraño fue verte convertida en humo.
Quiero ponerme a dieta, confesaste en voz alta, y pocas
horas después ahí estabas, convertida en humo. Supongo que son estas dietas
modernas, que son demasiado agresivas, pensé yo, y te imaginé saliendo por la
chimenea. Eso habrías hecho, pero como no tenemos chimenea, te quedaste en la
habitación, dando vueltas encima de la lámpara y queriendo traspasar el techo
después.
Abre la ventana, me dijiste, que necesito aire.
No te hice caso, porque no quería que te fueras. Quién
sabe cuándo podría volver a verte. Tal y como te encontrabas en ese estado
gaseoso era bastante probable que desaparecieras y te mezclaras con las nubes o
te fueras con la niebla o vete a saber qué.
Lo que hice fue bajar las persianas. También puse unas
toallas en la parte inferior de las puertas y sellé todas las rendijas con
cinta aislante mientras tú seguías dando vueltas encima de la lámpara y te
confundías con las motas de polvo que terminaban por naufragar en las
bombillas.
Así te quedaste, en la habitación, convertida en humo y
dando vueltas encima de la lámpara. Qué extraño fue verte así.
domingo, 5 de febrero de 2012
Felicidades
Para su cumpleaños decidió escribirle algo realista, que
era más de su estilo, aunque el realismo le ponía delante de los morros –pam-
que cumplía 30 años. Ese día se levantó y, como siempre, salió de la habitación
sin abrir la persiana siquiera, entre las tinieblas de lo dormido. A tientas,
se tambaleó como un muñeco de Subbuteo y por poco tuvo que agarrarse de las
maltrechas cortinas para no derrumbarse encima de una de las sillas que
–diablos- se había puesto en medio de su camino hacia el café.
Café. Qué dos sílabas.
Recordó un pasaje de Stegner. Así empezaba el libro y así
comenzaba el día:
“Voy flotando hacia arriba en medio de una confusión de
sueños y memoria, retorciéndome como una trucha a través de los anillos de
subidas anteriores, y salgo a la superficie”.
Se me abren los ojos con un dolor furioso.
Estoy despierta. Y hoy tengo 30 años.
Y yo estoy delante, con todo el realismo de lo que
escribo y te digo
Aquí quiero estar otros 30 y otros 30 más, y otros 30
más, si la fuerza nos acompaña.
Porque contigo cada día las guerras terminan, las
palabras son gritos –de placer- y hasta el realismo se hace mágico.
Felicidades.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)