martes, 20 de febrero de 2007

Memoria


- Era una mujer de esas que no se olvidan –dijo- Pero, excepto por ese detalle, por más que hago memoria no recuerdo nada más de ella. Si tenía el pelo azabache o espumoso como las cataratas de Iguazú; si su sonrisa era roja, verde o del color de los girasoles de invierno; si sus manos apretaban por el meñique o por el pulgar; si por la mañana miraba con los ojos abiertos o cerrados; si su sexo intercambiaba protones o electrones; si su código de ADN se parecía a un psicodrama o a los gestos de un mimo; si quería café o té; si se dejaba besar en las discotecas; si ganaba o perdía en el juego de las sillas. Se me ha borrado de la cabeza si su sombra la seguía o ella seguía a su sombra; o si prefería los contrabandistas a los contrabajos. Tampoco sé si devolvía los besos o los regalaba, si se adelantaba al amor y si se tordulaba los hurgalios. Me considero una persona muy afortunada por tener tan buena memoria para el olvido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo has podido olvidar aquellos ambonios, y tantos y tantos sustalos!!
¿Afortunado? Sí. Sigue mirando hacia delante y disfruta de otro día como si se tratase de un primer amanecer. Porque cuando el sol asoma sobre las lomas... amanece, que no es poco. ;)

Fernando García-Lima dijo...

Ya sabes que ser intelectual no tiene más que ventajas. Puedes decir "glande", "psicosomático"... ¡y hacer lo que hago con la mujer del médico! Aunque hay que tener cuidado de vez e n cuando con no copiar palabra por palabra "Luz de agosto" en un pueblo donde tienen auténtica devoción por Faulkner.

 
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