Memoria
- Era una mujer de esas que no se olvidan –dijo- Pero, excepto por ese detalle, por más que hago memoria no recuerdo nada más de ella. Si tenía el pelo azabache o espumoso como las cataratas de Iguazú; si su sonrisa era roja, verde o del color de los girasoles de invierno; si sus manos apretaban por el meñique o por el pulgar; si por la mañana miraba con los ojos abiertos o cerrados; si su sexo intercambiaba protones o electrones; si su código de ADN se parecía a un psicodrama o a los gestos de un mimo; si quería café o té; si se dejaba besar en las discotecas; si ganaba o perdía en el juego de las sillas. Se me ha borrado de la cabeza si su sombra la seguía o ella seguía a su sombra; o si prefería los contrabandistas a los contrabajos. Tampoco sé si devolvía los besos o los regalaba, si se adelantaba al amor y si se tordulaba los hurgalios. Me considero una persona muy afortunada por tener tan buena memoria para el olvido.
2 comentarios:
Cómo has podido olvidar aquellos ambonios, y tantos y tantos sustalos!!
¿Afortunado? Sí. Sigue mirando hacia delante y disfruta de otro día como si se tratase de un primer amanecer. Porque cuando el sol asoma sobre las lomas... amanece, que no es poco. ;)
Ya sabes que ser intelectual no tiene más que ventajas. Puedes decir "glande", "psicosomático"... ¡y hacer lo que hago con la mujer del médico! Aunque hay que tener cuidado de vez e n cuando con no copiar palabra por palabra "Luz de agosto" en un pueblo donde tienen auténtica devoción por Faulkner.
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