Cuento sin perdices
La rueda se cansó del hámster y lo expulsó violentamente de su interior. El animal quiso volver a dar vueltas, pero de nuevo la rueda se deshizo del roedor empujándolo contra los barrotes de la jaula.
El hámster volvió a probar de subir a la rueda, pero desistió al decimosexto intento, cuando ya tenía el cuerpo dolorido y se le había magullado un diente. Luego se puso a buscar otras ruedas en las que dar vueltas, pero era una celda pequeña, de las que venden en el mercadillo de los sábados, y sólo tenía una rueda, y esa rueda se había cansado del hámster. El hámster quería dar más vueltas y no tenía rueda. Qué tragedia.
A los pocos días, el hamster murió de aburrimiento, diabetes y un infarto de miocardio. Y eso que le habíamos dejado abierta la puerta de la jaula, pero no se atrevió a salir. Sólo quería dar vueltas en una rueda, y no tenía más rueda que esa que no lo quería.
Curioso animal.