Finales felices (II)
Ayer leías un libro de esos de amor en los que los protagonistas se quieren y se susurran y llenan de besos las almohadas y después se contemplan y hablan mucho rato y se agitan, y se tumban en la hierba y a lo mejor tienen un poco de sexo también y todo lo demás.
Esto acabará mal, predijiste.
Y acabó mal una semana más tarde, cuando llegaste a la última página donde ya no pone fin y pasaste la hoja y ya estaba aquello de “este libro se terminó de imprimir blablablá”, y te quedaste más bien amarilla.
Lo sabía, me dijiste. Acaba mal.
Y te sumiste en una tristeza infinita y, desconsolada, saliste de casa y empezaste a gritar en la escalera y luego te sentaste en el descansillo del quinto y te pusiste a llorar hasta que llegué, a eso de las diez de la noche.
Y luego me dijiste aquello, que las historias buenas son las que acaban mal y que la nuestra está condenada, y si no lo está, peor; porque si no lo está se convertirá en una historia mala de folletín, y no nos merecemos eso, no quiero llegar a la página donde pone “este libro se terminó de imprimir blablablá” y quedarme igual.
Así que te prometí un final desgraciado.
Y te quedaste tranquila.
Y cenamos perdices aquella noche. Pero fue casualidad.
6 comentarios:
Reniego de los felices infelices. Debo ser todavía una romántica.
Besos.
Que mal ... ¿no?
cuidado con lo que prometes...
Los finales felices son historias a medias.
Hacía tiempo que no me pasaba por aquí, será que estaba inmersa en demasiadas realidades. al final el botón rojo ha sido abrir otro blog, cambiar de ciudad y seguir haciendo la misma vida pero en otro supuesto contexto. Ay. Me ha encantado la Realidad y este final feliz. Ya No me gusta el cardhu, que lo sepas, sabía que terminaría mal. ;)
qué buen relato, me ha gustado toparme con este blog. te ojearé de cuando en cuando. saludos!
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