domingo, 16 de diciembre de 2007

La bestia (Clásico revisitado número 9)

Ensanché la mirada como buenamente pude. Hacía frío, lloviznaba, y el viento se colaba por entre los pliegues del abrigo como un montón de hormigas diminutas. Dentro de quince minutos iban a ser las tres de la madrugada, una hora en la que la oscuridad había más que devorado a la luz, y me mantenía en pie con algún que otro whisky y paquete y medio de Gauloises. La noche, así, iba transcurriendo de incógnito, sin sombras y con muy poca poesía.

El monstruo apareció de forma obscena. Primero se oyó un rugido que ahuyentó las nubes – sólo en la guerra, creí recordar, había sentido algo semejante–, y pareció como si la muerte comenzara a correr detrás de mí. Después, bufidos, baladros, resuellos, un aperitivo de lo que vino más tarde, cuando su figura se hizo palpable. No tardaron en aumentar los ruidos y, de repente, el olor nauseabundo. Sin duda se trataba de un ser horrible. Su tamaño era difícil de calcular a simple vista, pero bien podía hacer cuatro o cinco metros; era una inmensa mole de piedra, una titánica masa simiesca que parecía estar sujetada por los contrafuertes de los brazos, que eran como serpientes peludas y enrolladas sobre sí mismas. Pero lo más terrorífico era la expresión de su cara – si es que podía llamarse cara a esa construcción casi inerte de rasgos poliédricos–, rematada por unos ojos diminutos y enmarcada por la brutal mandíbula. Del labio superior asomaba un colmillo, que imaginé todavía cubierto por la viscosidad sanguinolenta de la última víctima.

Sobrecogido como estaba, me costó mucho acercarme, pero al final logré pasar a su lado sin que la bestia se percatara. O eso me pareció.

De repente sentí un tacto frío en la espalda. Sus garras. Su voz:

- ¿Estás en la lista? Esto es una fiesta privada, chaval.


10 comentarios:

Mon dijo...

Si lo dices por los armarios empotraos de las discotecas, son la mar de educados. Dejan pasar a las chicas primero, y a los chicos según como les dé.

Lo mejor viene en el cierre, que se ensañan para entrar en calor. Son muy "monos" sip.

;P Besos

Amelie Poulain dijo...

Me encanta eso de que el protagonista fume Gauloises ;)

Miedo yo??? naaaaaaa

Sweetcide dijo...

El viernes tuve yo un episodio divertido con un portero también...

Carmen dijo...

jajajaja que bueno Fer...

oye chico que me encantó ese símil del frío y las hormigas.

me ha gustado mucho.

Un besazo!

Pi dijo...

Heyyy, qué bueno, Chaval!!!! y esos gauloises... tan oliveira... jejejejej.
Qué bueno, me encantan esos puntitos de sorpresa de tus post, cortitos, efectivos, geniales, sí.
un abrazo!

Anónimo dijo...

jajajaja, sí que triste verse atemorizados por ese tipo de monstruos que plagan nuestras ciudades jajaja.

manuel_h dijo...

aquí le haces trampa al texto (tan bueno como de costumbre), con esa imagen; tenías que haber dejado que lo imagináramos; llegaríamos a la misma conclusión, pero sin empujones. Una foto abstracta de una pesadilla (seguro que las hay), le habría venido bien.

Eva dijo...

Yo no frecuento esos antros, pero batallo con otro tipo de bestias aún más peligrosas, si cabe.

Muy bueno, como siempre.

Leuma dijo...

Hay fiestas que semejan pelis :), me ha encantado ese final sorpresivo tras el buen texto, Un beso

Leonardo de Valdivia dijo...

los porteros gente de bien y de no tanto principalmente porque la ahabilidad es sustrapida con cajitas de manzanas

 
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