Viento
Hoy el viento se ha llevado lo que estaba escribiendo y cuando lo he ido a buscar estaba dos manzanas más allá. Ha hecho bien, el viento es sabio, porque te estaba escribiendo mentiras que hasta me daba cosa leer. Eran unas frases deslavazadas acerca de unas cuantas catástrofes y de lo mucho que te deseo, acerca de que me sigues pareciendo guapa y que al mirar tus fotos me sale enamorarme en este planeta y en los que lo rodean y en los confines del universo.
Mejor así.
Supongo que si al viento le da por leer lo que estaba escribiendo a lo mejor se pone a sangrar por la nariz. Cuando miento me sangran la nariz y las encías. Me ha dicho el médico que es por el aumento del torrente sanguíneo, porque cuando miento tengo que pensar mucho las mentiras y se me sube la sangre a la cabeza y acaba saliendo por cualquier orificio, como cuando te escribí aquello de que me alteras los resortes, que haces transparente cualquier leyenda, que me pones entre paréntesis, que me conviertes en especialista.
Son mentiras que, ahora, hasta me da cosa leer.
Como lo de que me excitaba que me desnudaras y me soltaras tu aliento de ciencia-ficción, que me provocabas orgasmos con sólo tocarme o lo de que sin ti mi vida no sería habitable y me tendría que conformar con músicas insoportables que nada tienen que ver con Nacho Vegas, y que te miraba como los niños miran las películas de dibujos animados.
Frases deslavazadas, nada más que eso: mentiras para no buscar al verdadero responsable, palabras mágicas para no dejar de tenerte. Para perder la poca sangre que me has dejado.
Ahora todo esto que estaba escribiendo se lo ha llevado este viento que precede a diciembre, y está dos manzanas más allá. Y es mejor así.