Monocromo
Al llegar a casa, mi esposa se me quedó mirando más tiempo de lo normal. Puso unos ojos que sólo es capaz de ponerlos alguien a quien una piraña le está devorando el dedo meñique del pie izquierdo o alguien a punto de estrellarse en el suelo tras una mala experiencia con el puenting. Al mismo tiempo, gritó:
- Cariño, estás monocromo.
Mi esposa sólo utiliza ese apelativo (“cariño”) cuando tiene un reproche en la recámara o cuando algo malo sucede, así que me alerté. Debido a mi escaso dominio de la lengua y a mi natural flemático, lo primero que hice, igual que habría hecho todo aquel que desconociera el significado de esa palabra, fue conectarme a Internet y buscar “monocromo” en el DRAE (lo tengo en Favoritos):
(Del lat. monochrōmos, y este del gr. μονόχρωμος).
1. adj. De un solo color.
Ante esta revelación y el estado de inquietud de mi esposa, me miré en el espejo del cuarto de baño y sí, ciertamente, estaba monocromo. Más en concreto, estaba verde. Y no sólo la piel, sino también el pelo y la ropa. Todo era verde.
- Llamaré al médico –dije preocupado.
Lo que conseguí con la llamada fue una receta de paracetamol y un volante para el oftalmólogo, por lo que concluí que el médico o no me había tomado en serio, o bien no conocía el significado de la palabra y no tenía Internet en la consulta.
Aquella noche dormí en el sofá, ya que mi esposa se mostraba un poco reacia a compartir su cama con un ser monocromo. A la mañana siguiente me desperté descansado, pero seguía monocromo. Ahora era rojo. De un color rojo vivo, intenso, urgente. Mi esposa me vio, agarró las maletas y se fue a casa de su madre. Era la excusa que estaba buscando. Ante esta coyuntura, no fui a trabajar.
Al tercer día me desperté amarillo y al otro, azul. A la tarde era gris marengo. Pero continuaba siendo monocromo.
- No puedo seguir así –concluí al día siguiente entre lágrimas violetas.
Así que decidí ir a trabajar, pero me despidieron, ya que mi tono no se correspondía con la imagen corporativa de la empresa. Era la excusa que estaban buscando.
Meses después, sigo en el paro y mi mujer no da señales de vida. Podría decirse que soy una persona desgraciada, pero, en realidad, mi vida ha adquirido un inesperado sentido. Ahora no sé qué me va a esperar a la mañana siguiente: todos los días son distintos. Monocromos, pero distintos.