Frustración
Por supuesto, el estructuralista se puso a citar a Lévi-Strauss y a Foucault. Era una situación realmente incómoda. La cantante hizo un gesto al director y volvió a tomar aire, permaneciendo ajena a los argumentos del recién nacido. Probó de nuevo con el Si natural, pero esta vez el que salió de su boca fue un existencialista. Éste se sacudió la levita y se puso a recitar en voz alta fragmentos de El ser y el tiempo, que se mezclaron con las enseñanzas del estructuralista, quien ya estaba por Althusser.
Entre el público comenzaron los bostezos. Yo no fui menos. La cantante lo volvió a intentar. Varias veces. Pero lo que consiguió fue crear una legión de historicistas, esencialistas y funcionalistas que se enzarzó en una feroz batalla dialéctica.
El primero en irse fue un señor con bigote de la última fila. A los diez minutos, pocos aguantábamos. Dos de los celistas iniciaron el éxodo de la orquesta. El director fue el último y yo le seguí. En el escenario, sola entre intencionalidades cognoscitivas, significados ontológicos y métodos fenomenológicos, quedó la cantante. Lloraba, pobre.