Frustración
Llegó el momento del Si natural y la cantante tomó más aire aún. El diafragma se tensó, los pulmones se inundaron, la tripa se le hinchó como un sapo orgulloso. Abrió la boca y mostró la lengua de forma obscena. Desde la primera fila incluso pude distinguirle las amígdalas. Encogidos en el asiento con los ojos entornados, estábamos preparados para el gran alarido pero, cuando quiso expulsar el sonido, de su garganta no salió una nota, sino un filósofo estructuralista. Como pueden imaginar, el director no tuvo más remedio que detener a los músicos. El respetable se quedó estupefacto, aunque no más que la cantante: por la expresión de su cara, no tenía pinta de que aquello le hubiese pasado antes.Por supuesto, el estructuralista se puso a citar a Lévi-Strauss y a Foucault. Era una situación realmente incómoda. La cantante hizo un gesto al director y volvió a tomar aire, permaneciendo ajena a los argumentos del recién nacido. Probó de nuevo con el Si natural, pero esta vez el que salió de su boca fue un existencialista. Éste se sacudió la levita y se puso a recitar en voz alta fragmentos de El ser y el tiempo, que se mezclaron con las enseñanzas del estructuralista, quien ya estaba por Althusser.
Entre el público comenzaron los bostezos. Yo no fui menos. La cantante lo volvió a intentar. Varias veces. Pero lo que consiguió fue crear una legión de historicistas, esencialistas y funcionalistas que se enzarzó en una feroz batalla dialéctica.
El primero en irse fue un señor con bigote de la última fila. A los diez minutos, pocos aguantábamos. Dos de los celistas iniciaron el éxodo de la orquesta. El director fue el último y yo le seguí. En el escenario, sola entre intencionalidades cognoscitivas, significados ontológicos y métodos fenomenológicos, quedó la cantante. Lloraba, pobre.






