-¿Tienes papel y boli?
- Sí, dime.
- A ver, primero lo salpimentas, lo pones en una cazuela de barro…
- Uy, espera, no sé si tengo cazuelas de barro.
- Vaya, es que queda mejor. A ver, que si no tienes, no pasa nada, pero yo que tú lo haría en cazuela de barro. Te quedará más “auténtico”.
- Bueno, la busco o se la pido a un vecino. Sigue.
- Pues eso, lo pones en la cazuela con la manteca y lo vas sofriendo con unas cebollitas y el tocino. Echas una pizca de tomillo y perejil, y una hoja de laurel, si tienes, y le vas quitando grasa poco a poco.
- De acuerdo. ¿Pero toda la grasa?
- No, mujer, tú verás; eso, al gusto del consumidor. Pero te quedará más rico si le dejas parte.
- Vale.
- Bueno, pues según se vaya haciendo, riegas todo con el vino y dejas que se reduzca. Al final le pones un poco de harina y una pastillita de Avecrem y lo dejas cocer a fuego lento.
- ¿Y ya está? ¿Y la picada?
- A eso iba. La picada la haces con avellanas, piñones y chocolate y la echas unos quince minutos antes de que se acabe de cocer, más o menos.
- Qué bueno. A ver qué tal sale. Muchas gracias.
- Nada, Alicia, a mandar. ¿Y dónde dices que lo encontraste?
- Al lado del río. Estaba con mi hermana y apareció de repente. Nada más verlo, con ese chaleco y el reloj, pensé: “qué bueno estaría a la empordanesa”.